En nuestra concepción cultural existen conocimientos que nos pertenecen, que nos fueron dados y que por supuesto no cuestionamos. Imagina, por un momento, que eres una persona del siglo XVII y que hay una teoría de una persona que dice que la Tierra gira alrededor del Sol. Pongamos otro ejemplo hipotético, el de los hombres que llegaron a América, jamás pensaron que encontrarían un nuevo continente, ellos se dirigían a la India. Imagina, por un momento, que tu mundo no era el que pensabas. Esta es la idea del término “nuevo mundo”, quizá aquello que no esperamos, pero que por alguna circunstancia descubrimos.
Cuando escuché por primera vez la novena sinfonía de Dvorak, representó para mí la idea de una esperanza, quizá la misma que escuchamos en aquella novena sinfonía de Beethoven y es que otra vez ese final “esperanzador” que oímos ha sido un constructo que la sociedad en su temporalidad quiso oír. Habrá que recordar que la novena de Beethoven se ha usado en sucesos históricos tan relevantes como la caída del muro de Berlín.
No es fortuito que la novena de Dvorak sea conocida también como la Sinfonía del nuevo mundo. La historia de esta obra data de 1892, cuando Antonín Dvorak llegó a Estados Unidos, específicamente a Nueva York. Durante este periodo en el cual dirigió el Conservatorio Nacional de Música de América, compuso la Sinfonía n.º 9 en Mi menor. La cual, por cierto, fue dirigida por primera vez por Anton Seidl en el Carnegie Hall de Nueva York en 1893.
La obra que consta de cuatro movimientos retoma los elementos de la músicanativa y lo espirituales negros norteamericanos. En estas canciones folclóricas, Dvorak experimentaba ese nuevo mundo. Y es que el compositor checo, quien en su juventud estuvo influido por artistas como Liszt y Wagner, desarrolló un estilo propio basado en el folclore de su país. De ahí, seguramente, provino su gusto por la observación de la música popular.
Dvorak no fue el primero en retomar elementos del folclor para llevarlos a la música de orquesta, sin embargo es de los pocos que contemplaron una nueva cultura para hablar de la misma por medio de una sinfonía. Esta fue la concepción del nuevo mundo de Dvorak al contemplar Estados Unidos en pleno siglo XX.
Quizá yo oiga esperanza y en contexto, podríamos escuchar lucha de libertad. Si nos acercamos al último movimiento de esta obra, podríamos percibir cómo después de que durante toda la sinfonía hubo un tema musical recurrente —la armadura de la sinfonía— al final, en el clímax, encontramos la esperanza de un nuevo amanecer, representada mayoritariamente por las percusiones y por la fuerza de todos los instrumentos.
Aunque existe un problema al traducir el nombre de la sinfonía, pues esta debería ser “Sinfonía desde el nuevo mundo” y no “del nuevo mundo”, sí estamos interpretando la visión de un compositor europeo que quiso entender Estados Unidos en el siglo XX, país que vivía sus propias luchas, ideas y cambios. Así, pienso que Antonín Dvorak sí descubrió un nuevo mundo y nos lo mostró en una sinfonía.