En la licenciatura, me formé con lecturas de escritores europeos, era necesario para entender el arte y la literatura en general. Sin embargo, en los semestres finales de mi carrera se comenzó a abrir el panorama. Estudiamos a América Latina sin la visión centralista que muchos han tenido acerca de este continente.
Leí —y sigo leyéndolos y pensándolos— a Galeano, a Piglia, a León-Portilla y entendí que debido a las raíces de Latinoamérica es absolutamente necesario hablar desde otras perspectivas. Por ejemplo, León Portilla decía que la lengua náhuatl se debe entender desde el propio mundo náhuatl, no puede estar separado ni puede ser entendido bajo otros parámetros.
Asimismo, ocurre con la música, esta existe desde una narrativa específica. Pensemos en las composiciones de Chaikovski, quien quiso brindar un sentido de nación en muchas de sus obras. Este compositor ruso es entendido en su realidad, en su mundo. Ahora, hablemos de uno de los compositores mexicanos de música académica más reconocido: Silvestre Revueltas.
Silvestre Revueltas nació en el final de un siglo (31 de diciembre de 1899, para ser exactos) y me parece simbólico porque con él, inició una nueva etapa para hacer música en México. Estudió desde temprana edad violín y se profesionalizó en el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México y posteriormente en la escuela Saint Edward College en San Antonio, Texas. En 1918 estudió en el Musical College de Chicago, donde se graduó como violinista y compositor a los 20 años.
Revueltas hizo propia la música folclórica y la llevó a la orquesta. Creó varios temas que retoman historias de diferentes regiones o tradiciones típicas de algunas localidades. Esto ocurrió con su famosa obra Sensemayá. Durante su militancia en la LEAR, Revueltas se hizo amigo de Nicolás Guillén, poeta cubano, y se inspiró en uno de sus poemas, para hacer esta obra.
“Sensemayá: Canto para matar una culebra” de Guillén da cuenta de las entrañas de la cultura cubana. Hace referencia a un rito para matar a una serpiente como parte de una celebración religiosa. El poema alude repetidas veces a elementos de la cultura africana, muestra de la interculturalidad entre Cuba y África.
Revueltas se interesó en el valor rítmico del poema —basta escuchar a Guillén recitarlo para percibir toda su musicalidad. La excepcionalidad de Sensemayá de Revueltas radica en cómo el compositor llevó el poema a la orquestación.
Se puede decir que la obra de Revueltas, temáticamente, se divide en dos partes: la primera hace referencia a la búsqueda de la serpiente que debe ser matada por los cazadores y la segunda, a la muerte de la serpiente.
Al inicio de la pieza, existe una tensión de sonido de los vientos metales que se incrementa. Los graves de los contrabajos ayudan a imaginar una atmósfera al aire libre en la cual siempre existe la zozobra de lo que pueda ocurrir. Asimismo, el fagot muestra los movimientos sigilosos del andar de la serpiente. Paulatinamente, las percusiones “susurran” SEN-SE-MA-YÁ, elemento recurrente en toda la obra.
La tensión se incrementa cuando las cuerdas se unen. La búsqueda de la serpiente ha comenzado. En este momento, las cuerdas “dicen” en su ritmo y tiempo la frase del poema de Guillén: “¡Mayombe-bombe-mayombé!”, expresión ritual para capturar a la serpiente.
Después de un breve descenso de sonido, existe una siguiente ola de tensión musical. Aquí la culebra ataca a los cazadores. Este instante está representado por todos los instrumentos, principalmente los vientos metal y los contrabajos.
Los cazadores logran matar a la serpiente. Aquí se alude, en el poema de Guillén, a una voz narrativa que dice cómo matar a la culebra: “Tú le das con el hacha, y se muere: ¡dale ya! ¡No le des con el pie, que te muerde, no le des con el pie, que se va!”. Lo fantástico de la obra de Revueltas es que las notas musicales coinciden exactamente con el texto de Guillén. Al final, toda la orquesta “recita”: Sensemayá se murió y después de un compás de silencio se vuelve a oír: Sensemayá.
No es sencillo oírlo al primer instante, pero las notas están y coinciden con el poema de Guillén. Sin duda, Revueltas extrapoló la poesía, que por sí misma ya tiene música y asimismo, mostró en una obra de casi siete minutos cómo un mexicano entendió una cultura que se gesta en América Latina.
** Si quieres escuchar el poema “Sensemayá, Canto para matar una culebra” en la voz de Guillén, aquí está el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=jAo35AhaMJ8
Te recomiendo la versión de Sensemayá con la OFUNAM en la batuta de Massimo Quarta. Comienza en el minuto 9:00: https://www.youtube.com/watch?v=9azlR2NO8n4&t=3624s