Como cada equinoccio de primavera, Teotihuacan recibirá hoy una gran cantidad de visitantes que buscarán cargarse de energía encima de sus pirámides, lo que pocos saben es que fue también en un equinoccio de primavera de hace poco más de un siglo –para ser más exactos en el año de 1905– que comenzaron los trabajos para abrir ese sitio arqueológico al mundo, todo a cargo de Leopoldo Batres, inspector y conservador de los Monumentos Arqueológicos de la República Mexicana durante el gobierno del general Porfirio Díaz.
Ahora bien, es importante aclarar que el interés y el conocimiento de las ruinas ya era viejo para ese entonces, los mismos aztecas sabían de esta antigua ciudad e inclusive acudían a ella para recolectar objetos escondidos en ella. La primera excavación arqueológica tuvo lugar en el siglo XVII, cuando don Carlos Sigüenza y Góngora realizó un túnel en la pirámide de la Luna con la intención de conocer su interior. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo y los de posteriores exploradores, tanto extranjeros como mexicanos, para 1850 la ciudad seguía escondida entre tierra y árboles sin apenas haber revelado sus secretos.
La cosa comenzó a cambiar en la segunda mitad del siglo XIX, momento en que la exploración de las zonas arqueológicas del país se hizo mucho más sistemática, con métodos más modernos y la aparición de instituciones públicas en el país encargadas de organizar la investigación. Fue en este ambiente que surgió la figura de Leopoldo Batres, un soldado apasionado por la arqueología y la antropología que siempre estuvo intrigado por las ruinas de Teotihuacan.
En el año de 1885 fue nombrado por el gobierno como el encargado de las ruinas arqueológicas del país con la finalidad de que encontrara las supuestas raíces de la nación mexicana y demostrara el gran desarrollo de las civilizaciones precolombinas que las equipararan a la antigua Roma o Grecia. Con este objetivo en mente comenzó a realizar excavaciones en varias partes del sitio, principalmente en la zona alrededor de la pirámide de la Luna y en la llamada Calzada de los Muertos, donde encontró diferentes ejemplos de pintura mural y se dio cuenta que los montes que se encontraban en la zona y donde crecían árboles no eran otra cosa sino pirámides cubiertas y que se debía realizar una excavación a gran escala que revelara esa gran “Pompeya mexicana”.
Ya desde 1891 Batres solicitó a la Secretaría de Instrucción Pública (la antigua SEP) que le dieran autorización de llevar a cabo una gran excavación para sacar a la luz a esas pirámides; sin embargo, la autorización tardó casi 15 años. En 1905 el gobierno lo encomendó para que desenterrara las pirámides, con la intención de que, en el centenario de la Independencia de 1910, el sitio quedara abierto a los visitantes. Para que lo lograra le dieron medio millón de pesos, lo que la convirtió en la primera excavación pagada por el gobierno mexicano.
Así comenzó una carrera de cinco años, en la que Batres se puso a la cabeza de un grupo de peones y capataces con el objetivo de sacar a la luz la gran pirámide teotihuacana. El primer problema fueron las tierras, las cuales pertenecían a varios pobladores y que tuvieron que ser expropiadas, situación que no dejó felices a los propietarios. También tuvo que enfrentarse a la titánica tarea de remover una gran cantidad de escombro y afianzar la estructura de la pirámide, para lo cual se construyó un ramal del tren que venía de la Ciudad de México y que llegaba hasta la misma base de la pirámide, con lo que aceleraron la extracción de tierra y piedras. En la zona también se instaló alumbrado eléctrico que permitía continuar trabajando en la noche. Solo queda imaginar la impresión que debió haber causado a todos los presentes ver como poco a poco el monte comenzaba a revelar esa gran estructura.
Si bien la labor no estuvo libre de críticas realizadas por otros arqueólogos contemporáneos y posteriores a él (la supuesta utilización de dinamita para realizar la excavación, venta ilegal de piezas y la deformación del lado oriente de la piramide), el objetivo se cumplió. El 11 de septiembre de 1910, con motivo de los cien años del comienzo de la guerra por la Independencia, el presidente Porfirio Díaz y una comitiva formada por investigadores nacionales y extranjeros, así como delegados de otros países pudieron inaugurar el sitio arqueológico, que en ese momento consistía de la Pirámide del Sol, parte de la Calzada de los Muertos y el en ese momento museo del sitio. La ciudad de Teotihuacan había sido rescatada para que el mundo volviera a verla.
Foto principal: CPTM / Ricardo Espinosa-Reo