La Virgen de Ocotlán es una de las devociones relacionadas con el inicio de la tarea evangelizadora en el actual territorio mexicano, pues su aparición fue un punto de inflexión para la vida religiosa en Puebla y Tlaxcala, donde es celebrada ampliamente.
La tradición indica que el 12 de febrero de 1541, la Virgen abordó a Juan Diego Bernardino en la actual Capilla del Pocito, ubicada cerca del centro histórico de Tlaxcala, con la finalidad de indicarle dónde estaba el agua bendita para curar a los enfermos de peste y también le expresó su deseo de que avisara a las autoridades sobre lo ocurrido y además mandó que buscaran una estatua que concentraba sus perfecciones.
Juan Diego anunció esto a los franciscanos y al pueblo, por tanto caminaron hacia un bosque de ocotes, donde hallaron un tronco que tenía fuego pero no se consumía. Se utilizó un hacha para romper la corteza del árbol y dentro del mismo yacía la figura de una mujer de piel blanca, vestida con huipil y con una media luna a sus pies. La imagen fue adorada y transportada hacia la Iglesia de San Lorenzo, donde los ángeles quitaron la estatua del mártir y pusieron en tres ocasiones la imagen de la Virgen.
Este 2024 los hechos conmemoran 483 años de acaecidos, además se espera la organización de procesiones que parten desde el Pocito hacia la Basílica de Ocotlán. Hay personas provenientes de todo Tlaxcala y Puebla, además de feligreses de otros estados e incluso de la Ciudad de México.
Las sombras del inicio del culto en Ocotlán
Durante el inicio de la colonización, Tlaxcala cobró significancia, debido a que fue uno de los pueblos aliados con los españoles, además allí la nueva fe tuvo un mejor recibimiento que en otros sitios, como lo prueba el bautizo de los cuatro señores de Tlaxcala. A pesar de ello, la evangelización fue difícil de practicar en el resto de la población.
El 2 de junio de 1537, el Papa Paulo III emitió la bula Veritas ipsa y en ella se expresó que los indígenas eran iguales a los europeos y que debían ser adoctrinados, pues se temía que las ideas diferentes al credo romano llegaran a América. Con ello, se idearon planes para que el pueblo olvidara los sacrificios y aceptara la doctrina católica.
Esto ocurrió primero en el Tepeyac, donde se sustituyó a Tonantzin. Consecuentemente, en Tlaxcala se creó una historia que mantuviese el hilo de las apariciones marianas mencionadas, pero que al mismo tiempo se relacionara con eventos bíblicos, ya que el encuentro entre la Virgen de Ocotlán y Juan Diego parece inspirarse en el diálogo entre Dios y Moisés, ocurrido en el Monte Sinaí.
Hay carencia de testimonios que sustenten la historia de la aparición a Diego Bernardino, pues la primera mención que se hizo de la Virgen de Ocotlán fue hasta 1685 en “Historia de la cronología de la ciudad de Tlaxcala” y el milagro ganaría fama hasta el siglo XVIII. La etnohistoriadora Elizabeth Amador, declara respecto al milagro de Ocotlán: “No obstante, es importante señalar que no existen menciones explícitas a esta imagen ni a su culto durante el siglo de su aparición, pues al revisar a los cronistas de la época, como Jerónimo de Mendieta, Bernardino de Sahagún, Agustín de Vetancurt, y el mismo Torquemada, quienes pertenecen a la orden franciscana, no encontramos testimonio alguno acerca del tema”.
Xochiquétzal-Ocotlán
Previo a la conquista, en Tlaxcala era común la adoración a la diosa Xochiquétzal, considerada como la señora de la belleza, el amor y por supuesto, de las flores. A diferencia de otras deidades, esta tenía una presencia especial porque se recurría a ella para tener buenas cosechas o se invocaba ante amenazas, incluso en los encuentros sexuales y al elaborar artesanías.
Diego Muñoz Camargo refiere en “Historia de Tlaxcala”, la adoración a la diosa Xochiquétzal en sitios de altitud considerable, ya que los nativos decían que vivía sobre el aire y sobre los nueve cielos: “Llamaban el cielo donde esta diosa estaba Tamohuanichan […] que quiere decir como si dijésemos el lugar de Tamouan [dueño del maíz], y en asiento del árbol florido, de este árbol Xochitlicacan, dicen que el que alcanzaba de esta flor o de ella era tocado, que era dichoso y fiel enamorado, donde los aires son muy fríos, delicados y helados, sobre todo los nueve cielos. A esta diosa Xochiquétzal celebraban fiesta cada un año con mucha solemnidad, y a ella concurrían muchas gentes donde tenía su templo dedicado. Dicen que fue mujer del dios Tláloc, dios de las aguas […]”.
De acuerdo con la cosmogonía prehispánica, Xochiquétzal, también considerada como la protectora de los artesanos, fue hija de Tonatzin. Sin embargo, con la llegada de los españoles, la figura maternal de Xochiquétzal fue difícil de desarraigar, porque los nativos frecuentaban el monte cercano a Tlaxcala, ya que allí era adorada.
Sin embargo, las autoridades mandaron que se creara la figura de una mujer, la cual no tiene el estilo de las estatuillas del siglo XVI (tiempo de la aparición). De hecho el material que la compone es madera policromada y pino Moctezuma (ocote). Cabe recordar que en Tlaxcala los artesanos se especializan en la talla de figuras de madera desde la época precolombina, como lo prueban las creaciones de Tizatlán, por lo cual no resulta extraño que haya sido labrada en el estado y con fines evangelizadores, tal como indica Rodrigo Martínez Baracs en el trabajo de investigación “La secuencia tlaxcalteca. Orígenes del culto a Nuestra Señora de Ocotlán”.
La realización de lienzos con la temática de la Virgen de Ocotlán inició en el siglo XVII, pero la producción aumentó en el siglo XVIII. En el Museo Regional de Tlaxcala se conservan dos cuadros que ejemplifican esto y que poseen elementos similares a los que se utilizaban para representar a Xochiquétzal. Por ejemplo, se muestra a la Virgen de Ocotlán con una Luna a sus pies y con flores prendidas a su cabello, además su cuerpo levita sobre el agua.
De acuerdo a la mitología prehispánica, Xochiquétzal llevaba flores en el cabello, las cuales se le ofrendaban tal y como hoy se hace con la advocación. La presencia del agua es para demostrar la relación que la diosa tenía con este elemento, pues la mitología tlaxcalteca describe que era consorte de Tláloc hasta que fue raptada por Tezcatlipoca. Por otro lado, la Luna simboliza el vínculo de Xochiquétzal con lo sexual y la fertilidad.
Por supuesto, esta historia ayuda a comprender cuán presentes se encuentran las prácticas prehispánicas en nuestra vida cotidiana y el modo en que la colonización fue significativa, pues a pesar de los siglos, Ocotlán aún alberga a Xochiquétzal.