Durante años, cuando se hablaba de la Mariposa Monarca, se recurría a expertos internacionales, por esa triste costumbre que tenemos de dar más valor a lo que surge en el patio vecino, una visión miope cuando el verdadero experto estaba en casa. Su nombre es Eduardo Rendón Salinas.
Nos conocimos hace algunos años, cuando publicamos su historia en Mexicanísimo. Desde entonces me ha tocado presenciar su compromiso a educar a las comunidades de la zona, midiendo la llegada de las colonias aladas, buscando alternativas que permitan su regeneración y su cuidado.
Por años se consideró a nuestro país el responsable de la terrible disminución de la monarca que llega a hibernar, uno de los espectáculos más sobrecogedores de la naturaleza. Efectivamente, colaboramos con la tala inmoderada y clandestina de sus zonas de llegada. El trabajo de personas como Eduardo, contando con las comunidades que entendieron el problema, ha ayudado a reducir este factor. Pero hace pocos años se demostró –marchitando el orgullo de muchos que se sienten inmunes al descrédito– que la elaboración y distribución de pesticidas en Estados Unidos es la principal protagonista de esta historia de terror cuyos números son alarmantes.
En los años récord (desde que se mide su llegada) a mediados de la década de los 90, las mariposas ocupaban 17 hectáreas en la parte alta de las montañas de Michoacán y el Estado de México, principalmente. Esos números se redujeron hasta llegar al peor escenario, en el periodo 2013-2014, en que la población ocupó apenas 0.6 hectáreas, menos del 4% de aquellos volúmenes. Una catástrofe histórica que, por lo visto, a empresas contaminantes les importa muy poco y que, por tratarse de un mínimo poblador de este planeta, a la comunidad internacional no le quitó el sueño.
Afortunadamente, hay que reconocerlo, la participación de los comités trinacionales (Canadá, México y Estados Unidos), los movimientos ecologistas, las campañas de siembra de plantas adecuadas en las zonas de paso para facilitar la reproducción del insecto y los controles implantados empiezan a mostrar otra historia de supervivencia. La ocupación de llegada se acerca a 1.5 hectáreas, lejos aún de un número optimista pero, al menos, revirtiendo la criminal tendencia.
Eduardo Rendón, recientemente reconocido en las Estados Unidos, no solamente ha convencido a los campesinos a detener la tala de pinos y oyameles, sino que se ha convertido en vocero de las mariposas. Nacido en el D.F., pero michoacano por decisión, Eduardo recorre el país invitándonos a salir de la locura asesina. Debemos mucho de lo que sabemos y de lo logrado a este mexicano fundamental a quien los medios le brindan poco espacio. Pero es un optimista y no se rinde.
En la complejidad de las reservas naturales, entre comunidades otomíes, mazahuas, ejidatarios y pequeños propietarios, Rendón se mueve confiando en ellos las respuestas que llegan tarde y deshilvanadas de parte de los gobiernos. Junto con varias instituciones ha logrado hacer sentir a esos grupos el orgullo de ser dueños del bosque y socios de los millones de mariposas que recorren miles de kilómetros para llegar. Entra a www.soymonarca.mx para conocer algo sobre este proyecto y este pequeñísimo ser vivo, relacionado con la paz.
Ahora también toca el turno a una comunidad que se ha vuelto una plaga terrorífica: los turistas. Las llegadas descontroladas, la falta de cuidado, la acumulación de basura que dejan a su paso suponiendo que Dios levantará nuestro cochinero, ayudan muy poco. Nos toca entender nuestra huella en el planeta y educarnos (primero los adultos, que solemos ser los peores) para mantener esta riqueza.
Y, por Eduardo, maestro de muchos jóvenes que mantendrán los esfuerzos de manera continuada, me quito el sombrero. Es a individuos excepcionales como él a quienes deberíamos hacerles homenajes, aunque no lo pidan, aunque no lo necesiten, porque reconociéndonos en ellos podemos entender el poder que tiene cada uno de nosotros por mejorar este país.
Foto principal: Dr. Carlos Galindo Leal