En el corazón de la Ciudad de México, justo a un costado del Zócalo capitalino, se localiza el templo más importante y antiguo de América Latina. La imponente Catedral Metropolitana es una elegante dama de piedra que ha sido testigo de la historia nacional.
El espacio que hoy ocupa perteneció, entre 1325 y 1521, a la gran Tenochtitlan, capital del estado mexica. De igual modo, a lo largo de los siglos, sus muros han presenciado acontecimientos fundamentales para nuestro país, como, por ejemplo, la primera huelga mexicana, el primer atentado a un virrey de la Nueva España, y la coronación de Agustín de Iturbide como emperador. Ahora, las nuevas tecnologías se encargan de mantener en pie su belleza y su interior es escenario de historias y espectáculos culturales de fama internacional.
En este enorme templo se localiza la única capilla en el mundo dedicada específicamente a los ángeles. Se trata de un magnífico altar recubierto con laminilla de oro que se ubica debajo de una de las dos torres, la occidental; curiosamente, la que más tiende al hundimiento. Por eso, un dicho popular afirma que los ángeles mantienen de pie a la Catedral.
Pero la de los Ángeles es sólo una de las dieciséis capillas laterales con que cuentan las cinco naves de este templo. Las otras son la de Nuestra Señora de las Angustias de Granada, la de San Isidro (o del Santo Cristo Negro o del Señor del Veneno), la de la Inmaculada Concepción, la de Nuestra Señora de Guadalupe, la de Nuestra Señora de La Antigua, la de San Pedro, la del Santo Cristo y de las Reliquias (según la tradición, en este sitio se venera una astilla de la cruz de Cristo, así como una de las espinas de su corona), la de San Felipe de Jesús, la de Nuestra Señora de los Dolores, la del Señor del Buen Despacho (dedicada al gremio de los plateros), la de Nuestra Señora de la Soledad, la de San José (en cuya parte exterior puede apreciarse una figura conocida como “El Señor del Cacao”, que data de los primeros años del cristianismo en América, y que fue la más venerada por los mexicas) y, finalmente, la de San Cosme y San Damián.
Sobre el hundimiento que presenta el edificio, hay que decir que no es cosa nueva. De hecho, la Catedral comenzó a hundirse desde el momento mismo de su construcción. El centro histórico de la ciudad se encuentra sobre lo que alguna vez fue el gran lago de Texcoco. Actualmente, el subsuelo del Zócalo tiene doce metros de rellenos artificiales y cien metros de capas de varias arcillas. Ésta es una de las grandes maravillas de la Catedral: no está cimentada en terreno sólido pero, a pesar de esto, sigue de pie, como lo ha estado desde que se inició su construcción en 1573.
El arquitecto español Claudio de Arciniega fue el autor de su trazo original, pero los 240 años que tardó su edificación la vistieron de diversos estilos, que van del barroco al acabado neoclásico.
En cuanto a sus tesoros, hay que decir que son infinitos e incluyen el oro del Altar del Perdón, la ingeniería precisa de los dos órganos monumentales, las maderas preciosas del coro y su reja traída desde Macao, los impresionantes retablos del Altar de los Reyes, las pinturas de una fantasía hermosa y monumental, ubicadas en las paredes de la sacristía (obras de los pintores novohispanos Cristóbal de Villalpando y Juan Correa), las puertas de madera tallada donde se cuentan advocaciones marianas, las reliquias de más de 50 mártires y santos, una figura del niño Jesús robada por piratas, llevada a Argel, y por fin recuperada.
Aunque, si de tesoros se habla, debemos recordar los que se han perdido durante su historia. Entre ellos, candelabros de plata, lámparas de oro y plata, ornamentos bordados con hilo de oro, pectorales fabricados en metales preciosos, así como un objeto muy peculiar: la Custodia Borda, de 88 marcos de peso en oro, con diez perlas y cubierta al frente por 5872 diamantes y al reverso por 2653 esmeraldas, 544 rubíes y 28 zafiros.
En esta misma catedral fue sepultado Iturbide. Sus restos, de hecho, permanecen en la Capilla de San Felipe, junto con su trono y una placa (a ras de suelo e injustamente escondida) en la cual puede leerse con dificultad su epitafio. En esta misma capilla se conserva el corazón de Anastasio Bustamante, y en el gabinete que se aprecia del lado izquierdo, es donde se colocaron las cabezas decapitadas de los primeros insurgentes ejecutados, entre ellos Hidalgo y Allende.
Precisamente a las afueras de esta capilla, se levanta una pila bautismal, que fue donde San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano, recibió su primer sacramento.
Bajo el cuerpo del templo se encuentran las catacumbas. Siguiendo por el pasillo, al final de ellas, se localiza la capilla donde descansan los restos de cada uno de los arzobispos que ha tenido la ciudad, comenzando por Fray Juan de Zumárraga, cuyo cenatofio (tumba vacía o monumento mortuorio) se levanta sobre una escultura mexica que representa una calavera.
Gracias a los trabajos de nivelación, se ha logrado desenterrar el pasado, como algunas partes de la pirámide de Tonatiuh (dios del sol mexica), que reposa debajo del Sagrario Metropolitano. El proceso de rescate de la Catedral Metropolitana cuenta hoy con aparatos tan exactos que registran incluso variaciones en el hundimiento de una décima de milímetro al día.
Si el Templo Mayor mexica fue el edificio más importante del México prehispánico, la Catedral es, sin duda, la construcción más relevante de la Nueva España. Un edificio cuyas mejores historias están aún por ser contadas.