Leticia Lilia Amezcua Prado, internacionalmente conocida como Lilia Prado y comparada como la Marilyn Monroe mexicana en los países en donde se exhibieron sus películas.
La actriz sobresalió en filmes como Subida al cielo, La ilusión viaja en tranvía y abismos de pasión, dirigida por Buñuel. Nació en Sahuayo, Michoacán el 30 de marzo de 1928. Como consecuencia de La Guerra Cristera, sus padres decidieron emigrar a la Ciudad de México.
Desde muy temprana edad tuvo el deseo de volverse estrella de teatro y del espectáculo. Fue alumna de Celestino Gorostiza en el INBA por poco tiempo. Decidió entonces dedicarse a la actuación en pleno auge de la época de Oro del Cine Nacional.
Comenzó como extra en 1940. Fue Juan Orol quien le dio su primera oportunidad con un pequeño papel en la cinta, Tania, la bella salvaje, 1947. Ese mismo año apareció en otras películas: La barca de oro, Tarzán y las sirenas, Ángel o demonio. Su primer protagónico se presentó con la dirección de Ismael Rodríguez y alternando con el cómico Resortes en Confesiones de un ruletero, 1949.
A lo largo de su carrera cinematográfica fue dirigida por los mejores exponentes nacionales: Gavaldón, Ismael Rodríguez, Joaquín Pardavé, Rogelio A. González, Luis Alcoriza, Alberto Isaac. Con un ciento de películas filmadas, alternó con la mayoría de actrices y actores de esa época inolvidable del cine mexicano.
Encantó a poetas y artistas como Efraín Huerta y José Luis Cuevas. Contrajo nupcias con un torero español, el matrimonio duró un par de infernales meses.
Sin duda, la recordamos en la cinta La vida no vale nada. En escena, Lilia Prado es motivo de una disputa entre Pedro Infante, Fernando Soler y Wolf Ruvinskis. Con un final delirante para la adorable actriz, en manos del Caimán, encarnado en el fortachón Ruvinskis, que no logra acabar con Infante en una grandiosa e inolvidable pelea en la playa.