Todo forma parte de un ciclo, cada ser vivo renace en la época a la cual pertenece. Así, en México, conocemos frutos y flores que reverdecen en determinado tiempo. Por ejemplo, en marzo se llena la ciudad de la flor de jacaranda o en diciembre los rojos de las nochebuenas nos acompañan en esa festiva época.
La flor de cempasúchil se cultiva en México desde los meses de junio para que en noviembre los mercados se coloreen de los típicos amarillos y naranjas. Actualmente asociamos la flor de cempasúchil con la festividad de Día de Muertos, pero su historia se remonta varios siglos atrás. Los primeros registros que se tienen de esta flor se hallan en el Códice Florentino, algunas imágenes ilustran que el cempasúchil se ofrendaba, tanto como lo hacemos hoy con los seres que ya se han ido.
Su nombre científico es Tagetes erecta, mas, comúnmente la llamamos cempasúchil, vocablo proveniente del náhuatl cempoalxóchitl “flor de veinte pétalos”. Si bien, el uso más frecuente del cempasúchil es ornamental, en muchas regiones de México tiene funciones medicinales. En Chiapas, Puebla, Tlaxcala se usa para mejorar el dolor de estómago. En Yucatán, Tabasco y Oaxaca para la fiebre. Aunque la flor es oriunda de nuestro país, también América central la cultiva. Resulta curioso que se hayan encontrado registros del uso de esta flor en el Valle de Kulu, India, casi con el mismo significado que en México, pues ahí se emplea como adorno en altares.
Indudablemente, en los últimos meses del año la naturaleza nos recuerda que pertenecemos a un ciclo, así como las flores y los frutos de cada época.