En 1997 se celebró una ceremonia muy significativa en el metro Palais Royal del Museo de Louvre, en París. El entonces presidente de México, Ernesto Zedillo, y la habitual congregación de funcionarios y miembros de la muy respetada comunidad cultural mexicana de la época, se dieron cita para la develación del mural, titulado “Pensamiento y Alma Huichol” de Santos de la Torre, maestro muralista wixárika. El acto habría significado un importante reconocimiento al trabajo artístico y creativo de los huicholes, pero lamentablemente nadie se molestó en invitar al autor de la obra para ser parte de la presentación de su trabajo en uno de los más importantes museos de Europa.
El documental Eco de la Montaña de Nicolás Echevarría, inicia contraponiendo un segmento noticioso de la mencionada ceremonia con el testimonio del propio artista: “Se suponía que me iban a invitar, pero ya no me invitaron. En vez de ir a Francia me fui a mi tierra a levantar cosecha. Por cierto, está mal instalado, porque yo no lo coloqué”. Así conoceremos a Santos de la Torre, protagonista del documental que llega a hoy a las salas mexicanas después de un exitoso paso por diversos festivales nacionales e internacionales.
Eco de la Montaña fue seleccionado para participar en la sección NATIVe del 65º Festival Internacional de Cine de Berlín; se le reconoció además con el Hugo de Oro a la Mejor Película Documental del Festival Internacional de Cine de Chicago; los Premios Mezcal, Guerrero de la Prensa, el Premio Especial del Jurado de Cine Documental y Mejor Película Mexicana del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, entre otras nominaciones y galardones.
El documental nos transporta a la localidad de la Mesa del Venado, en Jalisco, hogar de Santos de la Torre. Es en este lugar en el que el artista iniciará una jornada llena de misticismo, cuyo fin será solicitar permiso a los dioses para realizar un nuevo mural que llevará por nombre “Viaje Sagrado a Wirikuta”, en el que se describirá el peregrinaje que don Santos realizará a través de la llamada Ruta del Peyote.
El objetivo de Santos de la Torre o “Motoapohua” (nombre huichol de don Santos, que significa “eco de la montaña”), no solamente será realizar la peregrinación tradicional de los huicholes a través de los 620 kilómetros hacia el desierto de Wirikuta, sino crear conciencia, ya que la ruta se encuentra en grave peligro de desaparición debido a la construcción de minas. La posterior elaboración del mural relatará las experiencias vividas, culminando con ceremonias que nos mostrarán la importancia y el significado que el peyote, el ojo de la montaña, tienen en su comunidad.
Don Santos estará acompañado en su viaje por Julio García, Mara´akame («el que habla con Dios»), un chamán que realizará las ceremonias y se encargará –mediante rezos y limpias– de alejar la mala suerte de la jornada, convirtiéndose en compañero inseparable de nuestro protagonista. El realizador y su equipo seguirán con su cámara a Santos y Julio desde Jalisco, pasando por Zacatecas, San Blas en Nayarit, el Cerro Quemado, Real de Catorce en San Luis Potosí y diversas locaciones más, transmitiéndonos el carácter de don Santos, sus intereses, sus preocupaciones, la exhaustiva planeación y posterior elaboración del mural, así como su peculiar visión del mundo y de nuestro lugar en el planeta.
Un trabajo como Eco de la Montaña es especialmente valioso por el registro que hace de ceremonias y tradiciones de difícil acceso para la mayoría de la población. Aunque por momentos el documental se desenvuelve con un ritmo pausado, el director logra transmitir la intimidad lograda con sus protagonistas. A través de sus rituales –registrados en largas tomas fijas– será posible apreciar la fortaleza de carácter de los huicholes y el significado e importancia de algunas de sus tradiciones, como la de hacer partícipes a niños pequeños en las ceremonias del peyote para fomentar su imaginación e inteligencia, o realizar sacrificios animales cuya sangre caerá a la tierra para alimentar a los antepasados.
El aspecto más destacado en la realización del documental es la exquisita fotografía del propio Echevarría y de Sebastián Hofmann, que compartirán las imponentes vistas naturales de la larga jornada de los protagonistas o detalles de singular belleza, como ver a uno de los huicholes tocar un violín en el que pareciera que el color y las grietas de la madera en su instrumento se volvieran parte del color y las grietas de las manos que lo tocan.
De igual forma, las manos de Santos de la Torre se convertirán en un instrumento capaz de crear una obra de arte única e invaluable. A través del mural, elaborado minuciosamente a base de chaquiras, nos relatarán no solamente la jornada reciente, sino el peregrinaje que los huicholes han realizado desde hace cientos de años y que el artista, permitiendo el registro documental de su peregrinar, ve como única herramienta para que el mundo entienda que su pueblo no puede perder una de sus más arraigadas tradiciones.