Muchas son las historias de artistas cuya maestría inconmensurable alcanzó el reconocimiento público años después de fallecidos. En vida, muchos de los pintores, escritores, músicos y dramaturgos no gozaron de los elogios y aplausos que hoy día reciben sus obras; el caso de Vincent Van Gogh es quizá el más sonado.
Por ello, cuando un artista alcanza el éxito que se merece, estando todavía en el terreno de los vivos, el logro es aún mayor. Tal es el caso del oaxaqueño Francisco Toledo, quien a sus 74 años es el más importante e influyente pintor de México y uno de los más destacados en el mundo. Desde muy temprana edad –14 años– inició sus estudios artísticos en el taller de grabado de Arturo García Bustos; tiempo después ganó una beca para estudiar en la Escuela de Diseño y Artesanías en la Ciudad de México, y con tan sólo 20 años de edad se trasladó a París, donde se empapó de las tendencias de posguerra que estaban en boga en Europa. Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron de luto para la sociedad europea. En el terreno del arte, la expresión de la angustia y el desazón se manifestaron a través del expresionismo abstracto de acérrimo compromiso social, siendo ésta la mayor influencia de la cual abrevó Toledo.
A su regreso a México en 1965, su obra es bien recibida por los círculos de pintores que, al igual que en Europa y Estados Unidos, comenzaban a explorar expresiones más íntimas e individuales acerca de lo mexicano, totalmente opuestas al nacionalismo que el muralismo tanto promovió en los años anteriores.
Así, la obra del oaxaqueño a pesar de mostrar el entorno natural de nuestro país y de su estado natal, siendo lagartijas, grillos, chapulines, armadillos, coyotes, aves, culebras y tortugas las protagonistas de sus lienzos, lo hace a través de la fusión de diversas técnicas como la cerámica y el grabado pero sin ninguna aspiración nacionalista, muchos menos folclorista, ofreciendo al mundo su mirada personal sobre México.
Este oaxaqueño ha sabido orientar su reconocida presencia en nuestro país y el extranjero hacia acciones sociales que promueven el arte y la cultura, con especial ahínco en su estado, así en 1997 fundó el Taller Papel Arte Oaxaca en el municipio de San Agustín Etla; en 1988 inauguró el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y en 2006 creó el Centro de las Artes San Agustín, el primer centro cultural y educativo de arte ecológico en Latinoamérica, pues todos los materiales que utilizan son reciclados, además de generar proyectos artísticos enfocados a preservar el medio ambiente.
Una de las acciones de protesta más sonadas del artista fue la huelga que organizó en el zócalo de la ciudad de Oaxaca en contra de la inauguración de un McDonald’s; invitó a la comunidad a una “tamaliza” como un acto a favor de la gastronomía local, logrando que cerraran el famoso restaurante de comida rápida.
Por su destacada trayectoria – y muy a pesar de él – ha recibido numerosos premios como el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Bellas Artes, en 1988 y el Premio Príncipe Clauss en el 2000; en 2005 por su labor como promotor del medio ambiente y tradiciones oaxaqueñas ganó el Premio Right Livelihood y en 2007 fue nombrado Doctor Horinis Causa, por parte de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
Actualmente su obra se encuentra expuesta en reconocidos museos y galerías, tanto nacionales como extranjeras, como lo son los Museos de Arte de México, París, Nueva York y Filadelfia; en la Tate Gallery de Londres y la galería Kunstnaneshus en Oslo.