Turbio, incomprensible, lastimoso, oscuro, indefendible. El México al que parecemos asomarnos no tiene el mejor rostro del mundo. Bienvenidas las depresiones, las tristezas, los miles de ciudadanos Pilatos que se lavan las manos culpando en otra dirección, los desesperanzados que lloran diciendo “se los dije” en las esquinas. Al final de tantas lágrimas, ¿habremos sacado algo? El simple lamento no cambia realidades y la simple denuncia hoy cae en un barril enorme de basura al que parece que nadie le pone atención.
Tal vez, sin embargo, también podemos soñar hacia delante y disfrutar el México entrañable que merece ser rescatado de nuestra indiferencia. El México valiente que sale a trabajar todos los días, que no sólo se queja sino propone, que estudia e inventa, que crea empresas y se esfuerza en hacer las cosas mejor, que se propone no ser corrupto y cree que las flores también construyen caminos para cambiar.
A ese México le hemos apostado y, en este año que termina, disfrutamos con su compañía. Nuestra apuesta por 2015 se debe en mucho a lo que encontramos valioso en doce números de Mexicanísimo de 2014, porque no todo es descomposición y mugre, ni todo es oscuro e insípido.
Tal vez no te hemos convencido de lo importante que es recargarse en lo bueno. Va un pequeño paseo: En 2014 elegimos las cien mejores fotografías publicadas por Mexicanísimo en siete años; descubrimos maravillas poblanas en una ciudad cada vez más bonita; encontramos investigaciones de vanguardia en la UNAM; comimos pescado Tikin Xic; celebramos el centenario de Octavio Paz y Efraín Huerta; hablamos de Cuarón y Lubezki; despedimos a José Emilio Pacheco, a Carlos Gracida, a Lorenzo Zambrano y a Juan Gelman; paseamos por Nochistlán y disfrutamos la obra de Bestabeé Romero; caminamos los barrios mágicos del Distrito Federal y aprendimos refranes pulqueros; visitamos el Museo Jumex; hablamos de mariachis, mientras recorrimos la ruta del caballo blanco desde Guadalajara hasta Ensenada; tomamos café en Coatepec y hablamos de mucho cine; gozamos nuestra artesanía, los vestidos de las tehuanas y los huipiles; leímos poesía y hablamos lenguas indígenas; fuimos a Teotihuacán y recordamos a Enrique Nery; hablamos de teatro, de guitarras de Paracho y del camino a Wirikuta; por supuesto que celebramos el cincuentenario del mejor de nuestros museos: el Museo Nacional de Antropología; hablamos del día de muertos, de Zapata y de artistas gráficos emergentes; nos sorprendieron las lacas de Olinalá y las fotografías que cada mes envían nuestros lectores; conocimos sitios perfectos, organizaciones civiles muy comprometidas y aprendimos de biodiversidad y de ciencia; celebramos a nuestros deportistas exitosos que fueron muchos, y a los ganadores del Premio Nacional de Ciencias y Artes; probamos tlayudas y muchas otras cosas.
Y esto es apenas un poco de lo que cupo en nuestra revista, pero hay mucho más. Por eso, para 2015, ármate de valor para lograr los cambios que México necesita, pero también reconoce a aquellos que no están dormidos y que, en su propia trinchera, están haciendo un México posible.
A quienes han caminado estas rutas que resultan esperanzadoras, un abrazo solidario. Ojalá podamos compartir con más personas el enorme privilegio de vivir este país que, aún con sus claroscuros, es un lugar de ensueño.