Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México en 1925 y murió en Tel Aviv en 1974, siendo embajadora de nuestro país en Israel. Es considerada, después de Sor Juana Inés de la Cruz, la escritora más relevante de nuestro país. No sólo por su maestría literaria que desempeñó en todos los géneros, sino por abordar problemáticas que revelaban la injusticia social y política que se vivía en México a mediados del siglo XX, las cuales pocos intelectuales de la época se atrevían a tratar, y mucho menos las mujeres.
La pluma crítica y valiente de Castellanos le permitió abrirse paso dentro del escenario cultural mexicano, a pesar del machismo imperante. Siempre se caracterizó por dar voz a las clases más marginadas, así sus novelas Balún Canán, Oficio de tinieblas y su primer libro de cuentos Ciudad Real conforman la serie más importante de narrativa indigenista dentro de la literatura mexicana. Mientras que El eterno femenino y Mujer que sabe latín son obras que reflexionan sobre la condición de ser mujer, tema que ha llevado a la crítica a clasificar su repertorio literario dentro de la corriente feminista. Sin embargo, feminista o no, lo cierto es que Rosario Castellanos logró que la literatura producida por mujeres fuera reconocida y apreciada sin ningún estigma misógino. A continuación compartiremos algunos de los versos acuñados en su poesía:
No me explico por qué
fue indispensable que alguien inventara el reloj
y desde entonces todo se atrasa o se adelanta,
la vida se fracciona en horas y en minutos
o se quiebra o se para.
“Apuntes para una declaración de fe”
Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca.
“Destino”
Damos la vida sólo a lo que odiamos.
“Destino”
Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día.
“Lo cotidiano”
Éramos el abrazo de amor en que se unían el cielo con la tierra.
“Destierro”
El que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca.
“Amor”
La manzana cayó; pero no sobre un Newton de fácil digestión, sino sobre el atónito apetito de Adán.
“Apuntes para una declaración de fe”
Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría”.
“El otro”