México ha sido un país prolífico en el campo de la literatura desde sus épocas precolombinas. El legado poético de Nezahualcoyotl, Axayacatl y Tochihutzin son una muestra de la importancia que la palabra, tanto oral como escrita, tenía para los pueblos mesoamericanos. Era tan grande el amor y el respeto que sentían por los códices, cuyo contenido resguardaba toda su sabiduría científica, literaria, religiosa y política, que el fraile franciscano Diego de Landa escribió en su Relación de las cosas de Yucatán: “Hallamosles grande número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa, en que no oviesse superstiçion y falsedades del demonio se los quemamos todos, lo qual a maravilla sentían y les dava pena”.
La conquista de la gran Tenochtitlan a manos de los españoles y la instauración del sistema político colonial, significaron un parteaguas para las letras mexicanas. Los tópicos, los géneros y las figuras retóricas utilizadas por sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora, por mencionar a los más significativos de la época, emanaban completamente de la cultura española barroca. A pesar de que éstos y muchos otros intelectuales del momento procuraron retomar el pasado prehispánico en sus obras, no dejaron de hacerlo bajo los rasgos barrocos que dictaban al arte en esos días.
El siglo XIX fue un periodo de reivindicación de lo nacional y lo propio mexicano, actitud que permeó a todas las esferas de la sociedad, en especial, a la literatura. Guillermo Prieto, Manuel Altamirano, José Tomás de Cuéllar, Manuel Payno, Manuel Gutiérrez Nájera y Ramón López Velarde se empeñaron en construir cuadros costumbristas de la identidad cultural mexicana.
Entrado el siglo XX las letras en nuestro país se renuevan y buscan otras formas de expresión. Como resultado de la influencia de las vanguardias europeas surgen tres escuelas literarias: el Ateneo de la Juventud, cuyo máximo representante fue Alfonso Reyes; el Estridentismo, conformado por Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide y Arqueles Vela y Los Contemporáneos, integrados, en el campo de la poesía, por Xavier Villaurrutia, Torres Bodet, Jorge Cuesta, José Gorostiza y Salvador Novo. En cuanto a la prosa destacaron Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez y Nellie Campobello.
La segunda mitad del sigo XX se vio marcado por el conocido boom latinoamericano, en el cual destacaron grandes plumas como las de Elena Garro y Carlos Fuentes; sin olvidar la breve pero portentosa narrativa de Juan Rulfo, así como la de Juan José Arreola. Los géneros se diversificaron y surgieron importantes representantes como Carlos Monsiváis en la crónica, Octavio Paz en el ensayo y José Emilio Pacheco en la narrativa y la poesía.
El panorama literario de nuestros días continua la tradición de renovarse tanto en los temas como en el tratamiento de los mismos. Jóvenes, en su mayoría, son los autores que hoy desfilan por las estanterías: Bernardo Esquinca, Daniel Espartaco, Susana Iglesias, Jaime Mesa y Antonio Ortuño son algunas de las grandes promesas de la literatura mexicana actual.