Como en toda sociedad, el conocimiento y tratamiento de enfermedades es una práctica fundamental. Se ha realizado desde hace ya varios siglos y día con día surgen nuevas aportaciones que nos ayudan a combatir y comprender mejor la salud humana.
Si bien, hoy existen novedosos avances en la medicina, nos ha quedado la herencia de la herbolaria y seguramente tienes en casa varias plantas, flores o hierbas que utilizas para reconfortarte.
Esta fue y sigue siendo una de las ramas de mayor importancia. En la cultura náhuatl existió un personaje conocido como tícitl. El tícitl tenía un papel entre médico-curandero-adivino. Contaba con conocimiento en enfermedades y el diagnóstico y tratamiento de estas se basaba en elementos mágicos y religiosos. Además sabía de hierbas, raíces, piedras y árboles que podrían producir alivio.
Al ser los oficios transmitidos de padres a hijos, los nuevos médicos se formaban a partir del conocimiento y la experiencia obtenida por sus mayores, aunque también se hacía profesionalmente.
La figura del tícitl fue más allá de la medicina, pues para poder realizar de manera “completa” su tarea era necesario su conocimiento en varias áreas. Por ejemplo, en el sacerdocio, ya que muchas veces las enfermedades y la muerte se relacionaban con los dioses, además que algunas preparaciones medicinales solo podían ser elaboradas y administradas por quienes tenían este rango. El tícilt debía saber cómo el malestar se relacionaba con el actuar de los dioses para así poder tratarlo.
Sus conocimientos en taxonomía, herbolaria, astrología, habilidad en la observación y persuasión para con sus pacientes eran características necesarias del tícitl.
Estos médicos fueron fundamentales para su sociedad, pues desarrollaron a través de la práctica diferentes tratamientos para las enfermedades, procurando así la salud de su comunidad.