El estereotipo del Virreinato como una época protagonizada solo por hombres ha quedado ya superado. Sabemos de la vida y obra de varias mujeres que, pese a unas condiciones muy poco favorables para su reconocimiento, se hicieron un hueco en la historia. Ese es el caso de Josepha de Zárate.
A pesar de que son pocos los datos certeros que se conocen sobre esta mujer, lo primero que llama la atención sobre su vida es precisamente que la información que se tiene proviene nada más y nada menos que de los documentos sobre un juicio inquisitorial al que fue sometida en 1723. ¿Ya te interesó esta mujer, verdad?
Josepha de Zárate nació probablemente en Tuxtla a finales del siglo XVII. Se casó a los doce años con un pescador que la llevó a vivir al puerto de Veracruz desde 1695. Ya en Veracruz enviudó y, desde entonces, trabajó por sí misma para ganarse la vida.
Josepha era conocida como Madre Chepa y ejerció como partera y curandera. A las mujeres las atendía en sus embarazos y partos, pero también las ayudaba con otros problemas de salud y de amores. Por otra parte, convirtió su casa en una casa de huéspedes para los marineros extranjeros que llegaban al puerto: les daba hospedaje y comida, lavaba sus ropas y los curaba de las dolencias que trajesen. Como curandera tuvo muy buena mano y sus servicios eran muy solicitados en la época.
Además de esas actividades, la Madre Chepa preparaba polvos y amuletos para asuntos amorosos, para ganar fortuna o contra naufragios y guerras. Y ya sabemos cómo terminaban estas historias: en un juicio inquisitorial. La declararon culpable de hechicería, de tener un pacto implícito con el demonio y de herejía; y la condenaron a recibir doscientos azotes en público y a diez años de prisión.
Pero el mayor pecado de Josepha (aunque esto no lo diga el oficio del juicio) fue ser una mujer autosuficiente, con recursos económicos propios y, dicho sea de paso, no escasos. ¡Valiente afrenta se le ocurrió cometer al ganarse la vida sin depender de un hombre!