Si siguiera vivo, Carlos Pellicer cumpliría 122 años el día de hoy y qué mejor manera de recordarlo que con una selección de sus poemas, que aseguran que su memoria seguirá viva por muchas décadas más.
Mi voluntad de ser no tiene cielo…
Mi voluntad de ser no tiene cielo;
sólo mira hacia abajo y sin mirada.
¿Luz de la tarde o de la madrugada?
Mi voluntad de ser no tiene cielo.
Ni la penumbra de un hermoso duelo
ennoblece mi carne afortunada.
Vida de estatua, muerte inhabitada
sin la jardinería de un anhelo.
Un dormir sin soñar calla y sombrea
el prodigioso imperio de mis ojos
reducido a los grises de una aldea.
Sin la ausencia presente de un pañuelo
se van los días en pobres manojos.
Mi voluntad de ser no tiene cielo.
La bandera mexicana
La bandera mexicana
– verde, blanca y roja –
en sus colores aloja
la Patria en flor soberana.
Cuando en las manos tenemos
nuestra bandera,
es como tener entera
agua, naves, luz y remos.
Cuando alzamos sus colores,
siente nuestro corazón
la dicha de una canción
que se derrama en flores.
Por amor a mi bandera,
les digo a todos «hermano.»
El que la lleve en la mano
lleva la paz donde quiera.
Paz, trabajo, amor y fe
son de mi bandera el cielo.
Yo quiero, por todo anhelo,
digno de ella estar al pie.
Elegía nocturna
Ay de mi corazón que nadie quiso
tomar entre mis manos desoladas.
Tú viniste a mirar sus llamaradas
y le miraste arder claro y sumiso.
(El pie profundo sobre el negro piso
sangró de luces todas las jornadas.
Ante los pies geográficos, calladas,
tus puertas invisibles, Paraíso.)
Tú que echaste a las brasas otro leño
recoge las cenizas y al pequeño
corazón que te mueve junta y deja.
Alguna vez suspirarás, alguna
noche de soledad oirás mi queja
tuya hasta el corazón como ninguna.
Poesía
Poesía, verdad, poema mío,
fuerza de amor que halló tus manos, lejos
en un vuelo de junios pulió espejos
y halló en la luz la palidez, el frío.
Yo rebosé los cántaros del río,
paré la luz en los remansos viejos,
di órdenes a todos los reflejos;
Junio perfecto dio su poderío.
Poesía, verdad de todo sueño,
nunca he sido de ti mas corto dueño
que en este amo en cuyas nubes muero.
Huye de mí, conviérteme en tu olvido,
en el tiempo imposible, en el primero
de todos los recuerdos del olvido.
Si junto a ti las horas se apresuran…
Si junto a ti las horas se apresuran
a quedarse en nosotros para siempre,
hoy que tu dulce ausencia me encarcela,
la dispersión del tiempo en mis talones
y en mis oídos y en mis ojos siento.
Yo no sé caminar sino hacia ti,
ni escuchar otra voz que aquella noble
voz que del vaho borde de la dicha
vuela para decirme las palabras
que aguzaron el agua del poema.
¡Decir tu nombre entre palabras vivas
sin que nadie lo escuche!
Y escucharlo yo solo desde el fino
silencio del papel, en la penumbra
que va dejando el lápiz, en las últimas
presencias silenciosas del poema.
Fotos: Archivo General de la Nación / Fondo Hermanos Mayo.