Le debemos mucho a los arqueólogos, esos personajes que parecen de película, pero que son más humanos de lo que dicen esas mismas películas. Personajes que no son improvisados ni le atinaron a las cosas por accidente, son profesionales que revisan, deducen, estudian, rascan, prueban una y otra vez hasta descubrir parte de nuestro pasado en pedacitos, o ahogado en tierra, o salvajemente cercenado por el tiempo y la inconciencia, para empezar un lento proceso en reversa, de traer a la vida lo que hemos sido.
México tiene personajes entrañables, muchos de ellos locales y otros venidos de todo el mundo, que han logrado recuperar nuestras raíces, darle sentido a unos montículos o unos guijarros, deduciendo civilizaciones casi de la nada. La lista tiene nombres de cinco estrellas, como Manuel Gamio, Leopoldo Batres, Emilia Florencia Müller, Eduardo Matos, Román Piña, Frans Blom, Alfonso Caso, Alberto Ruz, Eulalia Guzmán, Alfredo López Austin, Laurette Sejourné, Otto Schöndube, y podríamos seguir.
Por supuesto que han existido algunos verdaderos criminales, ladrones, u otros impreparados que suponían encontrar algo en la nada y manipularon la historia en su beneficio o por consignas políticas, pero en esos prefiero no perder el tiempo. Quiero hacer un breve homenaje a los valiosos, las exitosas, aquellos que dedicaron su vida a rescatar la vida de otros, quienes agarrados a nuestro pasado nos abren respuestas de futuro.
En Mexicanísimo aplaudimos a Beatriz Barba, a Sara Ladrón de Guevara, Alfredo Chavero, Felipe Solís, Wigberto Jiménez, Fanny López Jiménez, Leonardo Náuhmitl López Luján, Pablo Martínez del Río, Jorge Ruffier Acosta, muchos de ellos y ellas con un historial largo, y otros como Sergio Gómez –a cargo del proyecto del túnel bajo Teotihuacán– o Guillermo de Anda en arqueología subacuática, quienes darán mucho de qué hablar en el futuro. Su labor muchas veces es heroica, en condiciones difíciles y con climas extremos, pero viven arrancando verdades escondidas bajo el peso de los años, para que estemos orgullosos en este país de los miles de sitios arqueológicos que, gracias a ellas y ellos, siguen vivos y vigentes.
La arqueología mexicana ha logrado, a través de los años, una experiencia y capacidad tal que ahora también exportamos científicos que trabajan en África, en Mesopotamia, en esos sitios donde el pasado pelea una lucha a muerte contra el olvido. Especialistas como Gabriela Arrache y Angelina Macías en Egipto, Marcela Zapata Meza en Israel y otros que por ahí andan, escudriñando el planeta. Calidad de exportación, por supuesto, de lo contrario no estarían en esos sitios a donde quisieran ir los espacialistas de todo el mundo.
Y no queremos dejar pasar, en esta labor, a los miles de trabajadores, nombres sin historia, que han trabajado con los especialistas, que se han metido a las selvas y al océano, que han enfermado o muerto mientras hacían su trabajo. Gracias a ellos, también, tenemos una historia más cercana, más presente.
Así que ahora nos toca cuidar ese esfuerzo, las pirámides y las piezas arqueológicas son patrimonio nacional, protegerlas es un esfuerzo compartido.
Foto: «Teotihuacan» por Christian Hipólito, CC BY-SA 2.0.