Cada rincón de la Ciudad de México tiene sus historias, algo que le da un colorido único a nuestra capital. En este caso hablaremos de un altercado de tránsito que algunos dicen tuvo lugar en el Centro Histórico. Para ser más precisos: en el conocido Callejón de la Condesa.
Corría el año de 1691 y dos personajes muy importantes de aquel entonces, el marqués de Santa Fe de Guardiola y el marqués de la Villa de San Miguel de Aguayo, recorrían, por rutas distintas y en sus respectivas carrozas, las calles y callejones de la capital del Virreinato de la Nueva España; sin embargo, sus caminos se cruzaron en una angosta callejuela a la altura del palacio de la Condesa del Valle de Orizaba, actual Sanborns de los azulejos.
Las carrozas quedaron frente a frente y, debido a lo angosto de la vía, ninguno de los dos importantes personajes podía pasar sin que el otro se moviera. Los choferes comenzaron a presentar a los pasajeros, con la idea de que, al oír de quien se trataba, el otro individuo cedería el paso a su superior. Por un lado se escuchó:
-¡Abran el paso al noble señor don Juan de Padilla y Guzmán, marqués de Santa Fe de Guardiola, quien es uno de los oidores de la Real Audiencia de México!
Mientras tanto, del otro lado respondieron:
-¡Dejen pasar a don Agustín de Echeverz y Subiza, marqués de la Villa de San Miguel de Aguayo, cuyos antepasados pelearon en las guerras de su majestad, Carlos V de Castilla, en Hungría, Transilvania y Perpiñán!
Al ver que ninguno cedía, continuaron las arengas, recalcando la importancia y nobleza de los pasajeros de las carrozas, y, así, por un lado se anunció:
-¡Mi bisabuelo fue el mismísimo don Manuel Ponce de León, que durante el reinado de los Reyes Católicos fue quien rescató de la jaula de los leones el guante de su dama, doña Ana!
A lo cual se pregonó del otro:
– ¡Y mi señor tatarabuelo fue ni más ni menos que Garcilaso de la Vega, el cual tuvo la osadía de rescatar a la virgen María de las manos de los musulmanes durante la Guerra de Granada!
A pesar de estos anuncios, ninguno de los carruajes cedió el paso, puesto que hacerlo implicaría reconocer que el otro era más noble e importante que uno, cosa impensable en esa sociedad. Se dice que ambos personajes quedaron en esta tesitura durante tres largos días, sin que hubiera una solución a la vista.
Esta tensa y complicada situación llegó hasta los oídos del entonces virrey Gaspar de la Cerda, conde de Galve, quien ordenó a ambos nobles que retrocedieran al mismo tiempo, esto con el objetivo de que ninguno sufriera la pérdida de su honor. Y así lo hicieron, siguiendo las órdenes de la autoridad una carroza se regresó hacía la calle de San Andrés, actual calle de Donceles, y la otra se volvió a la calle de Puente de San Francisco, actual Eje Central.
Así que la próxima vez que vayan manejando por la ciudad y terminen echando lámina con otro automovilista recuerden que definitivamente no son los primeros en hallarse en esa situación, al contrario: ya vamos por el cuarto siglo de altercados de tránsito en la Ciudad de México.
Texto basado en el relato de Julio Torri titulado “Fantasías mexicanas”.