Por Gabriel Gallardo
Con una cartelera comercial dominada cada vez más por franquicias extranjeras, no es extraño que las películas mexicanas pasen desapercibidas para la mayoría del público de nuestro país. Sin embargo, esto no impide que nuestros cineastas se lancen al ruedo contra los presupuestos estratosféricos de los vecinos del norte para lograr que su visión artística sea vista por sus paisanos. Este es el caso de Hugo Lara Chávez, crítico, académico y, ahora, director de cine, cuya ópera prima, Cuando los hijos regresan, se estrenará en salas nacionales el próximo 21 de diciembre.
Su esfuerzo es digno de ser reconocido, porque si bien Hollywood nos puede dejar maravillados con efectos especiales de última tecnología, el público mexicano también busca personajes con los que pueda identificarse y que aborden problemáticas propias de nuestro país, algo que puede encontrarse en esta comedia de enredos.
La película cuenta la historia de una familia mexicana. El padre, Manuel (Fernando Luján), acaba de jubilarse y planea disfrutar sus años dorados en compañía de su esposa, Adelina (la grandiosa Carmen Maura), pero sus días de goce son interrumpidos cuando sus tres hijos adultos: Carlota (Cecilia Suárez), Rafis (Francisco de la Reguera) y Chico (Erick Elías), por distintas razones, se ven forzados a regresar a vivir a casa de sus padres.
Por la sinopsis la trama podría parecer similar a las muchas comedias mexicanas que han salido en años recientes, con un sentido del humor que puede resultar “simplón” para algunos, pero Cuando los hijos regresan se distingue del resto por la manera en que el director utiliza el humor para hablar de temáticas universales: la importancia de la familia y la solidaridad entre padres, hijos, hermanos y hermanas; las consecuencias de la obsesión por querer trepar en la pirámide social; así como aborda una problemática que resuena fuertemente con las generaciones jóvenes contemporáneas: el miedo a no poder salir de casa de los papás y de parecer un fracasado frente a los demás.
Como bien expresó Esmeralda Pimentel (quien interpreta a Violeta, la novia de Rafis) la película funciona como un “espejo,” pues cada miembro del público podrá verse reflejado en alguno de los múltiples personajes que conforman la trama. Ya sea como el padre trabajador cuya prioridad en su vejez es disfrutar de un muy merecido descanso, la madre que no puede dejar de cuidar a sus hijos sin importar lo molestos que puedan llegar a ser, o alguno de los hermanos, que siguen intentando hallar su camino y sortear los obstáculos que se les presentan en la vida.
Es importante mencionar, además, que la película evita caer en muchos de los clichés propios de otras comedias mexicanas recientes. Se empodera a los personajes de los padres, ya personas mayores, que son presentados como individuos fuertes, con apetito por la vida y que disfrutan de su sexualidad; también se aborda la homosexualidad de un personaje de una forma que resulta refrescante para el cine mexicano, que tiende a recaer en estereotipos al retratar hombres gay, en esta película, en cambio, es una característica más del personaje y la forma en que la familia lidia con ella es mucho más abierta que en muchos otros largometrajes.
En palabras de su director, Cuando los hijos regresan retrata a una familia propia del México actual, en el que las crisis son recurrentes, pero encuentra humor en las situaciones y cariño entre los personajes, una buena opción para aquéllos que busquen una película honesta, sensible y, claramente, libre de superhéroes.