Bien dice la frase “los mexicanos creen en la Virgen de Guadalupe y en la Lotería Nacional”. Y cómo no será así, si ésta última es una institución que hemos hecho los mexicanos para beneficio de todos. Ha crecido de la mano del pueblo, tomando un lugar indispensable desde sus inicios en la época colonial, como actor social supresor de castas, impulsor del desarrollo tecnológico (por sus necesidades de comunicación y transporte), motor para la beneficencia y asistencia públicas, en fin. Con el orgullo de precedente de ser desde una lotería más humana –a diferencia de las antiguas loterías europeas de Nápoles, Florencia o Madrid que tenían probabilidad de uno entre cinco millones– con un sistema y tecnología que, para la época y hecha por mexicanos, se exportó al mundo.
Aquí presentamos los primeros billetes, los primeros cachitos que existieron en nuestro país y que muy probablemente enriquecieron a los habitantes de la Nueva España.
Francisco Xavier de Sarría, primer director de la Real Lotería de la Nueva España y su principal promotor, llegó de España en 1767 para revisar cuál era la inquietud por jugar a los juegos de azar y en 1769 publicó el Plan y Reglas que establecía que los billetes debían:
- estar hechos en un papel de arroz
- que lleve las firmas del contador y del director general
- que como seguridad, se le imprima un sello en marca de agua
- que los sellos se guarden en un arcón con tres llaves donde solamente el contador, director general y el escribano tengan acceso para que no sea reproducido clandestinamente.
Prácticamente todos los billetes eran grabados: se cortaba el papel y todo lo demás era el proceso de grabado. Se cree que se hacían en la misma colecturía de la Lotería por lo siguiente: puede observarse la marca de agua (esquina superior izquierda) hay unos que dicen Guanajuato, San Luis Potosí, Durango o Veracruz. Al colector de cada estado se le daban sus números y ellos hacían su propio sello, su propia marca.
La distribución de los billetes era muy lenta porque había que hacer viajes de hasta tres semanas a Yucatán por ejemplo, donde había una colecturía. De hecho, hacia 1780 en Ciudad del Carmen, Campeche, más de una vez se sacaron la lotería y había problemas de cómo llegar a pagarles. Pero… de que se pagaba, se pagaba. A eso se debe el éxito de la Lotería. Nunca se dejó de pagar un premio, aún en crisis.
El diseño en los primeros billetes era como el papel moneda y los documentos grabados. Pero posteriormente, ya en la época de Santa Anna (hacia 1840-50), el general dotó de los fondos de la Lotería a la Academia de San Carlos –no tanto por benévolo sino porque les debía bastante dinero– ya que llevaban a cabo los grabados y todas las cuestiones gráficas del país. Entonces, como todo lo demás, la Academia hacía los diseños de los billetes.
La difusión del resultado, a partir de los años veinte, se hacía a través de la radio. Anteriormente, se hacía por medio de carteles, pósters y decretos. Más adelante, el tren fue de gran ayuda. Hoy entre niños gritones, periódicos, radio y televisión los resultados llegan de manera inmediata.
En el caso de los primeros billetes, el tiraje aproximado era cincuenta mil cachitos aunque no se vendían todos; la idea era llegar a un millón.
La Lotería Nacional lleva ya 245 años. ¡Cómo hemos crecido! La historia de la Lotería Nacional ha venido de la mano de la historia del pueblo de México.
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Agradecemos la entrevista concedida por Rafael Campos Rivera, historiador de la Lotería Nacional.