Al entrar, el curioso visitante se siente pequeño ante los imponentes muros y profundos pasillos rebosantes de libros, perfumados por el aroma a maderas del bosque y papel antiguo, iluminados con los claroscuros que se asoman con debilidad por los barrocos ventanales de la Biblioteca Palafoxiana que lo recibe.
Los orígenes de este santuario del saber, ubicado en el corazón de la colonial ciudad de Puebla, se remontan a los siglos XVII y XVIII cuando el obispo Juan de Palafox y Mendoza tomó la revolucionaria y benevolente decisión de crear una biblioteca pública –la primera en México y en el continente americano– para que los seminaristas de los colegios de San Pedro, San Pablo y San Juan Evangelista pudieran estudiar y tener acceso libre a libros y documentos. El recinto abrió sus puertas en 1643 con 5,000 tomos donados por su fundador, cumpliendo la razón de ser de una biblioteca: consagrar el conocimiento contenido en los libros al uso público.
Este sobreviviente del paso del tiempo, de guerras y batallas, de la modernidad y la era de la digitalización, resguarda en sus estanterías de cedro 43,000 libros cuyos contenidos te transportan en un viaje a través de autores tanto de la Antigüedad griega y romana, hasta de la Ilustración y el Enciclopedismo. De esta invaluable inmensidad bibliográfica, nueve ejemplares son incunables, es decir, que datan del periodo de 1455 a 1550, antes de que Gutemberg inventara la imprenta de tipos móviles que permitió reducir a la mitad el tiempo de impresión de un libro. Siete volúmenes que fueron impresos en la Nueva España entre los años 1539 a 1600 y más de 5,000 manuscritos que registran lenguas que hoy solo existen en la escritura: hebreo, latín, sánscrito y griego antiguo; así como mapas y folletos del siglo XIX. En suma, el sueño de cualquiera que se jacte de apasionado lector.
En un inicio, este inmenso acervo se conformó con las colecciones de su fundador, posteriormente se enriqueció con los ejemplares que el obispo Fabián y Fuero donó, en especial los archivos generados en los conventos jesuitas, que corrieron el peligro de perderse cuando esta orden religiosa fue expulsada de los reinos de España. Con las Leyes de Reforma decretadas a mediados del siglo XIX, en especial la Ley de Lerdo que estipulaba la confiscación de bienes inmuebles eclesiásticos, se incorporaron a la Biblioteca Palafoxiana tomos que pertenecían a los colegios religiosos de Puebla; de ahí que los temas que más abundan en este archivo sean sobre las sagradas escrituras, doctrinas, teología, filosofía y derecho canónico.
Esta biblioteca que desde hace 363 años rinde culto al libro, es también un homenaje a la historia de la lectura, a la democratización del saber, así lo dejó dicho y escrito Juan de Palafox en su testamento: “resolvimos […] conveniente hubiese en esta ciudad y Reino una biblioteca pública de diversas facultades y ciencias para que eclesiásticos seculares y regulares y otros profesores de las letras puedan estudiar como les convenga y copiar los dichos libros que les pareciere, sin que de ninguna suerte se les pueda impedir, porque, a ese efecto principalmente dirigimos esta donación”. Y que así sea por muchos años más.