Por Luis Jorge y Juan Carlos Arnau Ávila
La megaciudad mexicana más joven, el gran polo de desarrollo nacional, festejada por muchos y criticada por otros, está cumpliendo su primer medio centenario: Cancún. No es posible encontrar, tal vez en el mundo, una ciudad con esa velocidad de crecimiento, con esa proyección a nivel mundial y con ese paisaje increíble que mezcla mar y cenotes, ruinas arqueológicas y complejos turísticos de clase internacional. También, desafortunadamente, ha concentrado un hambre desmedida por hacer negocio sin vigilar el impacto a esa maravillosa parte de nuestro país.
Aunque desde 1517 Francisco Hernández de Córdova reportó haber pasado por lo que entonces era un islote, fue en 1970 cuando esta aventura se inició, gracias a la visión de muchas personalidades convencidas de que el turismo era el futuro de México. Nombres de personajes visionarios que colaboraron en este proyecto hay varios, iniciando por Antonio Enríquez Savignac, Pedro Dondé, Antonio Ortiz Mena, Enrique y Agustín Landa, Javier Solórzano, Carlos Náder, Javier Rojo Gómez, Alberto Bojórquez, Sigfrido Paz Paredes, entre otros, y con la autorización de los presidentes Díaz Ordaz y Echeverría.
Entre el 1 de abril de 1970 y el 10 de agosto de 1971—fecha oficial de su fundación—, se desarrollaron los primeros trabajos, luchando contra condiciones complejas, lejanía de los centros de población, dificultad de acceso y guerras contra los mosquitos, pero quienes tuvieron aquel ojo especialista no se equivocaron. Hoy, Cancún, es un referente mundial y su aeropuerto es el segundo más utilizado por viajes internacionales.
En estos 50 años, los habitantes recuerdan dos grandes huracanes, en un sitio que cada año es amenazado por los cambios de temperatura del Caribe pero que en esas fechas enfrentó una impresionante devastación: el Gilberto, en 1988 y el Wilma, en 2005. Aún así, aquel villorrio que acomodaba a menos de 10 familias ha crecido hasta contar —solamente en el municipio de Benito Juárez, su nombre oficial— con 630,000 habitantes, de acuerdo al censo de 2010, y con más de 20 millones de visitantes anuales—incluyendo 6 millones que llegan en crucero, mayormente a Cozumel, y pasean por esta ciudad.
Cancún fue el inicio de un desproporcionado crecimiento que aún estamos a tiempo de controlar. A lo largo de 385 kilómetros desde su punta hasta Chetumal, los conjuntos residenciales y hoteleros han abrumado uno de los sitios más hermosos de nuestro país. El precio del turismo ha sido muy caro y la ceguera muy preocupante. Sin embargo, la riqueza generada ha apoyado en mucho al desarrollo de la zona y de sus habitantes. Quizá ahora lo que falta es ser más balanceados entre el éxito económico y el respeto a la biodiversidad y al entorno.
Felicitamos a Cancún. Una vez que dejemos la cuarentena —y ya tenemos el traje de baño puesto— iremos a celebrar su cumpleaños.