Por Camino Aparicio
Nadie pone en duda que el Museo Nacional de Antropología es el museo más importante de México y también uno de los más relevantes a nivel mundial.
Pero este gigante, salvaguarda de algunas de las piezas más preciadas de nuestro México, tiene un talón de Aquiles. O lo tenía, ahora ya se lo hizo mirar.
Más allá de la fascinante historia que envuelve a las diferentes piezas que alberga, hay una interesante colección de anécdotas que el museo ha ido recopilando a lo largo de sus ya más de 50 años de vida.
Dos jóvenes estudiantes, allá por 1985, tramaron un robo. Quién sabe cuántas semanas o incluso meses, pasaron organizando el que se ha catalogado como el robo del siglo en México (siglo XX, claro), pero hay que reconocerles que la planificación y estrategia fueron casi impecables. La madrugada del 25 de diciembre, esa noche mágica que cada año nos reúne con la familia, el espíritu navideño y varios kilos de comida, Carlos y Ramón aprovecharon para ir por sus “regalos” de Santa al museo.
Durante las tres horas que se calcula que permanecieron dentro del recinto, consiguieron llevarse más de 100 piezas de diferentes salas del museo. Los chamacos salieron con el botín, se subieron a su coche y se fueron a sus respectivas casas en Satélite. Guardaron las piezas robadas en un closet con herrajes y se desató un escándalo internacional debido a su travesura navideña.
Pasaron cuatro años hasta que las autoridades consiguieron detener a uno de los ladrones y rescatar la mayoría de las piezas (sí, la mayoría, porque las otras nunca aparecieron, como tampoco Ramón).
El robo del siglo perpetrado por unos aspirantes a veterinaria inexpertos de los que nadie sabe cómo se les ocurrió semejante empresa. ¿Eran ladrones de guante blanco en potencia? ¿Pensaban que nadie se iba a dar cuenta y que podrían vender las figuritas en Coyoacán? ¿Estaban aburridos y no se les ocurrió mejor forma de pasar el rato? Alguien debería investigar con más seriedad esto de la antropología del robo.