El Mundial 2018 ya empezó. La primera jornada nos trajo una goliza del equipo anfitrión, Rusia, sobre la selección de Arabia Saudita. Hoy nos tocó el que probablemente terminará siendo el mejor partido de la fase de grupos: un empate a tres goles entre España y Portugal, con triplete de Cristiano Ronaldo, incluido uno de tiro libre en los minutos finales. Ah, y cómo olvidar el autogolazo que le regaló Marruecos a Irán, con el que el equipo persa se llevó un triunfo muy valioso, también cuando estaba por sonar el silbatazo final.
Pero bueno, apenas van cuatro partidos y aunque cada uno ha dado algo de qué hablar, lo cierto es que para los mexicanos todavía faltan un par de días para que realmente arranque el Mundial. Las verdaderas emociones nos llegarán hasta las 10 de la mañana de este domingo, cuando nuestra querida escuadra tricolor se enfrentará a uno de los equipos favoritos para llevarse la copa del mundo: Alemania. Va a ser un partido complicado, pero, como dicen, la esperanza muere al último y la selección mexicana es famosa porque se crece cuando se enfrenta a rivales fuertes.
Todo esto para llegar a que, con eso de que el Mundial solamente llega cada cuatro años, en esta ocasión especial dedicaremos nuestra sección de Partido de la semana a cada partido que juegue la selección. Esta semana el rival es Alemania y la conexión entre nuestro país y la nación germana es bastante obvia. Suena el silbatazo y la bola la toca…
Alexander von Humboldt
¿A poco no era evidente? ¿Hay algún otro alemán que se les ocurra que goce de más fama en nuestro país que este hombre renacentista, científico y explorador apasionado? No lo creemos.
En América Latina, hay varios países que adoptamos a Alexander von Humboldt y le otorgamos la nacionalidad honorífica. Nacido en una familia aristocrática del siglo XVIII, pasó su infancia literalmente viviendo en un castillo, el de Tegel. Aunque, obligado por su madre, estudió derecho en la universidad, su interés siempre se inclinó más por las ciencias naturales, que desarrolló bajo la tutela de Georg Forster. Cuando su progenitora murió, pudo abandonar las leyes para dedicarse a la ciencia de tiempo completo. Emigró a París, donde conoció a Aimé Bonpland, un botánico francés con quien eventualmente emprendería viajes de exploración por todo el mundo, desde Egipto hasta América Latina, en ese momento todavía colonia española.
Por medio de un contacto español, el par de amigos obtuvieron un permiso directo del rey Carlos IV para visitar tierras americanas, expedición que financió el propio Humboldt con la herencia que recibió de sus padres. Emprendieron el viaje en 1799, una aventura que los llevaría primero a la cima del Teigue, en Tenerife (misma montaña que acaba de subir Lorena Ramírez la semana pasada para llevarse el tercer lugar en un ultramaratón europeo) y después a la selva del Amazonas y la zona minera del norte de la Nueva España.
Durante todos sus traslados, el joven científico alemán recogió muestras, tomó notas precisas de lo que observaba y escribió cartas y entradas de diario en las que se decía maravillado por ese nuevo mundo que se abría frente a sus ojos.
Su primer encuentro con el continente americano se dio en Venezuela, en Cumaná, donde los amigos se dejaron envolver por la jungla. A machetazos se abrieron paso por entre la densidad del las hojas. Avanzaban lentamente, en parte porque venían cargando con equipo pesado, pero principalmente porque a cada paso que daban Humboldt y Bonpland se detenían a recoger muestras de especímenes de plantas o para hacer anotaciones en sus bitácoras científicas, ambas se mantienen hasta nuestros días, preservadas en museos y universidades alemanas.
Su camino continuó por el corazón de la selva amazónica, después volvieron a embarcarse y llegaron hasta Cuba, volvieron a Colombia y se siguieron hacia Ecuador y Perú, en cada lugar continuaron con sus notas e investigaciones, pero no solamente de botánica y biología. Humboldt fue un hombre que escribió sobre muchas ciencias, especialmente de geografía y geología, le interesaba mucho el mundo de los minerales.
La siguiente parada, finalmente, fue en nuestro país, a donde llegaron en 1803 y pasaron cerca de un año recorriendo el territorio. El puerto por el que entraron fue Acapulco, para después dirigirse a la capital virreinal, que fue la base a partir de la cual pudo emprender expediciones hacia los estados de Michoacán y Guanajuato. Atravesó la zona central del país y conoció las costas del Pacífico y del Golfo de México, se adentró en las minas de plata y subió montes y montañas para calcular sus alturas y tomar muestras de tierra y minerales. Escribió también sobre la sociedad novohispana, que durante su estancia lo trató como si fuera una celebridad. Alabó la belleza del país, la riqueza de la herencia cultural de las culturas prehispánicas y la limpieza de las ciudades, pero también fue claro al señalar que en ningún otro lugar había visto tanta pobreza y tanta desigualdad entre clases sociales.
La ultima parada de su viaje fue en el puerto de Veracruz, donde se embarcó en 1804 para concluir su travesía en Estados Unidos. De sus aventuras nos quedaron las muestras, cartas, entradas de diario y ensayos que escribió. Compiló todos sus hallazgos y descubrimientos en los cinco volúmenes que conforman su libro Cosmos, un referente de la literatura científica, en el cual dejó claro su maestría en muchas áreas de las ciencias.
Finalmente murió en Berlín en 1859, pero su memoria sigue viva en las muchas calles y avenidas de América Latina que fueron nombradas en su memoria, en las estatuas que adornan plazas y, tal vez la que habría sido su favorita, en la Corriente de Humboldt, que también fue bautizada así en honor a un joven científico alemán cuya pasión por el conocimiento y la exploración lo llevó a tierras lejanas, donde dejó huella y cuyas personas lo han convertido en uno de las figuras europeas más queridas por los latinoamericanos.