Ya aparecieron los expertos en profetizar las derrotas a posteriori, los apocalípticos que poco aportan, pero se sienten «intelectuales» por vincular una derrota deportiva y la realidad nacional. Llorar siempre es más fácil. ¿Sabrán ellos (y ellas) lo que es enfrentarse con la selección que eliminó a Holanda e Italia? ¿Tendrán experiencia en deporte de alto rendimiento? ¿Tan pronto olvidaron las dos buenas actuaciones anteriores?
Este país necesita la presencia continua de la sensatez, en ambas direcciones. No somos el peor país del mundo, y tampoco el mejor. Para el nivel que tenemos esta primera etapa es meritoria. ¿Panzazo? México obtuvo más puntos que España, Portugal o Argentina, en un grupo mucho más competido, y ayudó a dejar fuera al campeón Alemania, o sea que esas expresiones están lejos de la verdad. Es cierto que algunos ya volaban sintiéndose campeones del mundo, pero a la primera oportunidad aparecieron los agrios, que estaban agazapados a la espera de un error.
El nivel de México es acorde con sus resultados, aún nos falta para ser una potencia, pero de eso a suponer que merecemos solo desgracias es, más que un error, una insensatez.
Tenemos un país que no merece cargar a los aguafiestas. Si ahora hay quienes se quieren subir al camión de los contrarios, me parece un oportunismo.
En el deporte, en la ciencia, en la cultura, surgen con frecuencia estas voces desafinadas que no merecemos, devaluando logros de mexicanos tal vez por envidia, por vanidad o por pura mala leche, pero que siempre estarán presentes, por lo que lo mejor es darles la atención que merecen.
Nosotros, en la revista Mexicanísimo, estamos encantados por el fervor que se ha desatado por esta sensación de tener un mejor país, es justo la medicina que necesitamos en momentos de tanta tensión. A los jugadores les servirá esta derrota para poner más atención, pero a nosotros no nos sirve de mucho abrirnos las heridas para mostrarnos incapaces de lograr cosas.
La victoria está en el marcador, pero el triunfo está en el trabajo, en la solidaridad, en la recuperación de la idea que somos un país valioso que puede tomar por asalto al mundo con alegría, con fiesta y con ganas de hacer lo mejor de sus capacidades.
Y, finalmente, una eliminación no nos define, como tampoco el continuar adelante, así que demos espacio a vivir y disfrutar sin que parezca que perdemos Texas por segunda vez. Es como las películas mexicanas que han ganado el Óscar, nos enorgullecen, pero no aumentan el Producto Interno Bruto ni solucionan la corrupción… y aún así nos alegran. Y la alegría no se mide, es una parte de la vida.
¡Viva México! Lo hemos repetido, aunque se gane, aunque se pierda. Pero debemos tener cuidado, la tristeza del biorritmo de algunos puede ser contagiosa.
Foto: Facebook Selección Nacional de México.