Todos conocemos los populares globos de cantoya; esos artefactos elaborados con papel de china, los cuales utilizan una estopa encendida con combustible para calentar el aire y elevarse.
La moda indica que estos globos se utilizan en celebraciones nocturnas, como bodas al aire libre, fiestas de quince años, aniversarios, etcétera. La razón es que son hermosos, románticos y están llenos de leyendas… aunque extremadamente peligrosos, pues han ocasionado una buena cantidad de incendios, sobre todo forestales.
Pues bien, ¿por qué se llaman “globos de cantoya”?
Aunque llegaron procedentes de Europa desde hace más de dos siglos, su origen es aparentemente oriental.
Algunas fuentes aseguran, sin demasiado fundamento, que nacieron en China. Sin embargo, se tiene plena certeza de que se han utilizado durante cientos de años en Tailandia, donde se les conoce como “Globos de luz”.
En la ciudad de Chiang Mai, una importante urbe al norte de aquel país, se lleva a cabo el festival Loi Kratong. En el mes de noviembre, justo el día en que la luna se encuentra más llena y luminosa, la gente se reúne en la ribera del río. En ese lugar, entre montañas, los vecinos ponen a flotar cajas (llamadas “krathong”, de ahí el nombre del festival). Estas cajas se encuentran adornadas con flores y velas, pues la finalidad es homenajear a la diosa del agua. Una parte importante del ritual son los faroles de papel llenos de aire caliente que, encendidos, se echan a volar por los cielos.
Estos “globos de luz” llevan escritos los deseos de las personas que los liberan, de modo que, al elevarse y alumbrar el firmamento nocturno, simbolizan los deseos, iluminan el camino y, entre más alto lleguen, más probabilidades habrá de que el cielo escuche sus peticiones.
A pesar de que tienen su origen lejos de nuestras fronteras, el nombre de estos globos es completamente mexicano, y se le debe a un gran explorador nacional: Joaquín de la Cantolla y Rico. Dicho sea de paso, sí, la forma correcta de escribirlo tendría que ser Cantolla, “Globos de Cantolla”.
Bien. Nacido en la Ciudad de México, el 25 de junio de 1829, don Joaquín fue telegrafista, aventurero y soltero feliz y decidido.
Tras cursar sus estudios básicos, ingresó al Colegio Militar, el cual, por entonces, se ubicaba en el Castillo de Chapultepec. Quiso el destino que, con tan sólo 18 años de edad, le tocara estar en la defensa del Castillo durante la invasión estadounidense. En efecto, don Joaquín fue uno de los Niños Héroes. Por desgracia, un accidente con pólvora provocó que perdiera un ojo, así que de militar pasó a telegrafista.
Por entonces, el cielo mexicano comenzaba a conquistarse. Un puñado de aventureros se habían arriesgado a surcarlo en globos de aire caliente. Fue justamente así como Cantolla conoció esta emoción: viajando de pasajero. Desde aquella primera vez que tuvo contacto con el gran invento que eran los globos aerostáticos, se obsesionó tanto con ellos que fundó la Empresa Aerostática de México y en 1862 obtuvo el permiso para realizar vuelos de prueba.
Aunque era soltero vivía con su hermano, el cual, decían las malas lenguas, estaba completamente loco, a tal grado que le hacía la vida imposible a don Joaquín. Una de sus gracias más sonadas fue la de romperle todos sus globos, por lo que no era raro ver al gran Joaquín de la Cantolla y Rico tripulando un enorme globo… completamente parchado.
Su leyenda aseguraba que eran tanta su pasión por el cielo que incluso había llegado a elevarse, amarrado a un globo, con todo y caballo, vestido de charro y con la Bandera Mexicana entre las manos.
No fue exactamente así: el 26 de junio de 1863 ofreció una exhibición en honor de los generales conservadores Juan Nepomuceno Almonte y Leonardo Márquez, que tuvo lugar en la Plaza de Toros del Paseo Nuevo, la cual se ubicaba en la actual avenida Bucareli.
Para impresionar al emperador Maximiliano, que se encontraba presente, don Joaquín arribó impecablemente vestido de charro y montado en un hermosísimo corcel. De un salto descendió de su montura y de otro salto abordó su globo. Esta escena fue recompensada por el emperador, quien le obsequió un fino par de mancuernillas de oro y dispuso que no hubiera fiesta popular sin un buen espectáculo aerostático por parte de este curioso personaje.
Por cierto que la Plaza de Toros del Paseo Nuevo tuvo una historia íntimamente ligada con el sector verde, mocho, de los cangrejos o de la conserva. Es decir, con el partido conservador. Funcionó de 1851 a 1867 y en ella solían realizarse muchos de los festejos de temporada, justamente cuando los conservadores se encontraban en el poder. Tal vez no fue casualidad que, una vez restaurada la república, se ofreciera la última corrida de toros, luego de que entrara en vigor el decreto que prohibía la llamada fiesta brava. Los personajes que firmaron dicho decreto fueron ni más ni menos que los licenciados Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada.
Lo cierto es que la gran afición de Joaquín de la Cantolla lo llevó a poseer varios globos, a experimentar, a accidentarse severamente en varias ocasiones y, finalmente, a morir por un derrame cerebral ocasionado por un considerable susto, que no fue para menos.
En 1914, en plena revuelta revolucionaria, mantenía una estrecha amistad con Alberto Braniff, otro aventurero mexicano, a quien hoy se le conoce como el primer aviador de Hispanoamérica, además de haber sido el primer mexicano en volar un aeroplano, lo cual sucedió el 8 de enero de 1910.
Braniff importó de Francia un globo de seis plazas e invitó a don Joaquín a probarlo. Una corriente de aire desvió el globo y lo condujo a la zona del Valle de Chalco, que por entonces se encontraba en poder de las fuerzas zapatistas. El general Genovevo de la O no lo pensó y ordenó abrir fuego. Aunque la oportuna intervención del ejército impidió que el ataque fuera mortal, la impresión fue demasiada para don Joaquín, quien sufrió un derrame cerebral horas después.
En su honor, los globos de luz que iluminan el cielo mexicano, algunas veces en hermosos festivales de Oaxaca, Milpa Alta y Michoacán, llevan su apellido.
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Foto:
- «Globos de cantoya» por Rinolofo, CC BY-SA 4.0.
- «Lanzando globos de cantoya (17)» por Eduardo Robles Pacheco, CC BY 2.0.