Ya no son suficientes las olas, la arena, el bronceador, la piña colada y la siesta reparadora de once horas, mientras el sol se encarga de dejarnos el estómago convertido en un hermoso comal, flagrantemente colorado. Los viajantes de hoy, los cándidos turistas en busca de experiencias que lamentar el resto del año, se lanzan cada día con más temeridad e intrepidez al nuevo deporte de las “vacaciones novedosas”. Amparados en un reciente amor por la naturaleza, por la temeridad o hasta por el masoquismo, hombres y mujeres buscamos hacer inolvidable lo que antes era un sabroso alto en el camino. Ya no se trata de ver pasar los días, sino de triturarlos a conciencia (o inconciencia) con actividades que van desde simpáticas hasta desproporcionadas. El escenario vacacional ha cambiado considerablemente. Para ejemplificar estas locuras bastan algunos botones de muestra de nuestra camisa de fuerza.
Temazcal
La versión precolombina de un iglú tropical, el temazcal (zumpulché, en maya) se ha vuelto “lo de hoy”. Metidos en un horno de pastelería vemos cómo se incrementa el calor hasta 45 grados para ¿disfrute? de quienes esperamos que esta tostada pueda hacer desaparecer años de voluntad taquera, como si los herederos de Kukulkán pudieran limpiar nuestros pecados culinarios friéndonos desde la memoria hasta el apellido. Eso sí, saliendo de ahí, nos vamos por unos salbutes.
Terapias innovadoras
Usted póngale el nombre, desde aromaterapia hasta mascarillas de barro (que a veces son de yeso “El tigre”), desde limpia con hojas de pirú hasta inmersiones en pantanos de dudosa procedencia, todo se vale: piedras calientes, saunas de chocolate, baños de leche, emplastes de sábila. Simplemente déjese llevar, respire profundo, ármese de paciencia y relaje las llantitas, le aseguramos que, por lo menos, se duerme un buen rato.
En las alturas
¿Estás decidido a mostrar que desciendes del chango? Entonces la tirolesa es lo tuyo. Solo revisa que no te cuelguen de un cable de luz pues algunos lugares no son precisamente seguros. De una palmera a otra (pandeadas por el sobrepeso) el viento fluye bajo nuestros pies. Déjate llevar por el vértigo del descenso, realmente lo único preocupante (como sucede con los aviones) será el aterrizaje, pero ¿qué es un esguince o unos meniscos triturados contra el placer de imaginar que eres “Pérez, Bulmaro Pérez, el nuevo agente 007 y ½”?
Más arriba
Y ya que andamos por los cielos, el paracaídas ha dejado de ser el simple parachute playero, cuyo mayor riesgo era caer al mar desde tres metros de altura. Ahora las distancias son kilométricas y los medios son diversos: ala delta, parapente, motonetas voladoras, salto desde avionetas, trajes de murciélago, vuelos en pareja, globos aerostáticos y bungee desde cualquier puente carretero. Es la mejor manera de hacer que el ombligo nos llegue a las pestañas y, para gente como yo, una aventura que rebasa mis locuras.
A nivel del mar
Motocicletas acuáticas, esquí con cien modalidades de arrastre, desde lanchas hasta helicópteros o con el viento (wind skiing o windsurfing), surf en una de las cien mágicas playas mexicanas, lanchas de alta velocidad, barcos de vela… las variedades aumentan cada día, basta que algún innovador (o inadaptado) aviente un trozo de madera al agua y el resto es mantener el equilibrio sin importar que las olas sean de cinco centímetros o de diez metros. Anímese, que para eso es la vida.