Es un hecho que el cine mexicano ha producido tanto obras maestras como churros de quinta categoría; producciones bien cuidadas y películas infumables donde se ven en cuadro los pies del director o la sombra del camarógrafo; secuencias exquisitas y muertos que reviven porque se les olvidó que los habían matado media hora antes… en fin, de todo, como en nuestro país. Sin embargo, hay momentos memorables, personajes entrañables y frases históricas que deseamos destacar, para que recordemos, para que podamos reír un rato y para que cantemos un poco con aquellas canciones escuchadas en las salas de cine.
Estos son, a mi gusto (para todo hay gustos) treinta momentos memorables en nuestra cinematografía, seleccionados por barrocos, por inusitados, románticos, irrisorios, hermosos o por chafas.
- La mejor pareja de mujeres borrachas de la historia: la guayaba y la tostada. ¿Les recuerdan a alguien?.
- La mirada, los resentimientos y la violencia del Jaibo, de Los olvidados.
- El choque de autos en Amores perros. Hasta la fecha, uno de los momentos mejor logrados de nuestras películas de acción.
- Las películas de “el Santo”, con vestuarios de papel aluminio y altísima tecnología que, en esos tiempos, era imaginada como enormes maquinas llenas de foquitos.
- La trilogía de Ustedes los ricos, Nosotros los pobres y Pepe “el Toro”. Infaltables en la televisión dominical y repetidas hasta el cansancio. Con tres grandes recuerdos: el grito en la cárcel “¡Pepe ‘el Toro’ es inocente!“; el enorme lamento del carpintero a la muerte de su hijo: “¡Toritooo!”; y la canción “Amorcito Corazón” (con chiflido y todo), que es el prototipo de la melcocha.
- La abuelita del cine mexicano y del chocolate tradicional: Sara García. Creó un estereotipo que no ha sido posible erradicar: bajo un disfraz tierno, un carácter canijo y bravo.
- Las inexplicables películas de Juan Orol que ahora son, incluso, objeto de culto y que es imposible precisar si los estudiosos que hablan de ellas en el mundo lo hacen por burlarse de nosotros o por creer que Orol era un visionario como Andy Warhol, Salvador Dalí o “el Púas” Olivares.
- “¡Arrozzzz!”: la inolvidable expresión del galán flaco, cautivador y dicharachero Mauricio Garcés. La mayor demostración, llevada al cine, de que “verbo mata carita”.
- La dolorosa imitación perfecta de nuestros políticos, realizada por Damián Alcázar en La ley de Herodes.
- Las películas de los hermanos Almada, que son más de 350 y que es imposible recordar una sin confundirla con las otras 349. Filmaban al ritmo de ocho por año, casi todas iguales y de incuestionable calidad (incuestionable, porque todas eran malísimas).
- El famoso duelo musical entre Jorge Bueno y Pedro Malo, en Dos tipos de cuidado.
- La escena de Macario frente al diablo, en las Grutas de Cacahuamilpa, con cientos de veladoras.
- El manifiesto charolastra de Y tu mamá también.
- El primer Cantinflas, con su inconfundible y maravilloso discurso y su pantalón bajo el trasero, iniciando una moda que 60 años más tarde se haría popular.
- La película (y la canción) ¿Qué te ha dado esa mujer?, cuando los “polis”, además de hacer piruetas en las motos, cantaban (y bien).
- Centinelas del silencio, la primera obra mexicana –un documental– que ganó un Óscar (en realidad, fueron dos). Producida por Manuel Arango.
- Los ojos de María Félix, quien podría ser recordada como “la jefa de jefas”.
- Las escenas en la cocina, sazonadas de erotismo, de Como agua para chocolate.
- “¿You talking to me?” del aspirante a secuestrador, en Matando Cabos.
- Los insuperables doblajes mexicanos, ejemplificados en el gran Tin Tán haciendo la voz de Baloo, en El libro de la selva.
- Aquella primera experiencia con una cámara fija de La tarea, con María Rojo y José Alonso.
- La aportación del cine a la justicia y los derechos humanos, de Presunto Culpable.
- Una película en un cuarto, donde se intuye y se sufre por lo que sucede afuera: Rojo amanecer.
- Enrique Guzmán y Angélica María, eternos enamorados en las películas juveniles de los años sesenta.
- Clavillazo, con su frase tradicional: “Nuuunca me hagan eso”.
- “¿Pa qué me dejas sola si ya me conoces?”: frase castigadora de una de nuestras primeras niñas maravilla: La tucita (María Eugenia Llamas), en Los tres huastecos.
- “Ahí está el detalle”: frase que no necesita mencionar a su autor.
- La desesperante escena del ataúd cerrado en la funeraria, en Los caifanes.
- La fotografía de Gabriel Figueroa en la película La perla.
- El beso (y el tema) que levantó tanta polémica en El crimen del Padre Amaro.
¿Y tú? ¿De cuáles te acuerdas?