“Guillermo observa algo más celestial (…) herido de amor por la astronomía”, dice Elena Poniatowska en su libro El universo o nada (Seix Barral, 2013). Y es cierto, si algo caracteriza esta ciencia es la pasión derivada de observar un mundo infinito de estrellas y constelaciones, de polvo cósmico y supernovas, de formas alucinantes y dimensiones más que monumentales. Quizá eso sentía el estrellero Guillermo Haro, un profundo amor por la existencia, por el cosmos, aquel que “la Poni” ilustra en esta biografía.
Haro Barraza nació en la Ciudad de México, el 21 de marzo de 1913. Posteriormente, ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México a estudiar Filosofía. Desde entonces, mostró un gran interés por la epistemología, el estudio del conocimiento científico, sin embargo la astronomía robó su corazón; desde sus años universitarios demostró un enorme entusiasmo y dedicación a su estudio, lo que le valió ser contratado, en 1941, como asistente del Observatorio Astrofísico de Tonantzintla y del Observatorio Astronómico de Tacubaya, instituciones de las que llegó a ser director en 1949, del segundo; y 1951, del primero.
“Servirse de la ciencia y de la técnica con un profundo espíritu humanista, conducirlas, encauzarlas hacia el bienestar y la paz, es la tarea fundamental de nuestra época”. Guillermo Haro Barraza, discurso de ingreso a El Colegio Nacional.
Rápidamente, Guillermo Haro comenzó a destacar tanto a nivel nacional como internacional. Gracias a su sed de conocimiento, ingresó al Colegio Nacional en 1943, siendo uno de los miembros más jóvenes en recibir dicho honor (a los 40 años). Ese mismo año, obtuvo la medalla de oro “Luis G. León” de la Sociedad Astronómica Mexicana y el doctorado Honoris Causa de la Case Western Reserve University de Cleveland.
Apasionado “por el cielo y todo lo que lo rodea, llegando a creer que este terminaba en la cúspide de las montañas que rodean el valle de México”, Haro descubrió un cometa, 11 novas galácticas, una nova extragaláctica y una supernova extragaláctica; además de escribir 70 trabajos sobre su especialidad –como Galaxias eruptivas en el halo galáctico– y más de 80 artículos de investigación que abrieron nuevas interrogantes y áreas de exploración astronómicas.
A 17 años de su fallecimiento, el 27 de abril de 1988, Guillermo Haro Barraza fue el tipo de maestro al que todos temían pero que también respetaban. Con una personalidad imponente y una sarcástica y aguda crítica, el investigador fue un excelente catedrático y protector con los estudiantes en los que creía, al grado de convertirse en un hermano mayor, en un amigo y, sobre todo, en un personaje con estrella.