A Mónica
“Los poemas –afirma Octavio Paz en la edición de su Obra Poética (Seix Barral, 1990)– son objetos verbales inacabados e inacabables. No existe lo que se llama ‘versión definitiva’: cada poema es el borrador de otro, que nunca escribiremos…”. De la misma manera, no existe una lectura definitiva. Cada lectura es regreso, vuelta, pero al mismo tiempo el inicio de una nueva aventura estética. Un mismo verso puede transportarnos a mil parajes diversos, a mil sensaciones, a mil evocaciones, dependiendo del momento y contexto de la lectura. A continuación dejo una selección de fragmentos de poemas mexicanos, tan necesarios para reconfortar el espíritu en tiempos así de complejos.
1. “Carta de creencia”, Octavio Paz
Tal vez amar es aprender
a caminar por este mundo.
Aprender a quedarnos quietos
como el tilo y la encina de la fábula.
Aprender a mirar.
Tu mirada es sembradora.
Plantó un árbol.
Yo hablo
porque tú meces los follajes.
2. “Antojo de trampa”, Francisco Hernández
Mis ojos, encandilados por tu desnudez,
tienen toda la noche por delante.
El amor, rodeado casi siempre por un antojo
de olvido, avanza resuelto hacia las trampas
creadas para cazar osos con piel de leopardo
y serpientes con plumaje de cóndor.
Y el amor sobrevive a las heridas y ruge,
voladora, la envidia de los venenosos.
3. “No es que muera de amor…”, Jaime Sabines
No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Opones sólo amor y te conserva
la esperanza invencible de mi cuerpo,
como si al derrumbarte
cuando cierras los ojos y en ti misma
soportas la caricia que en inmóvil te torna,
entonces navegaras a mí y te defenderás,
ya sin saber de ti,
deshabitada flor y canto destrozado,
rescatada del mundo
y hecha estatua abatida en un invierno.
5. “Declaración de amor”, Efraín Huerta
Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.
Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.
6. “Alta traición”, José Emilio Pacheco
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
–y tres o cuatro ríos.
7. “Al hablarte me escuchas…”, Homero Aridjis
Al hablarte me escuchas
desnuda de conceptos
renuncias a ti misma
para volverte aire
y al vuelo de mis pájaros verbales
concibes la palabra
siempre virgen y madre
vas perdurando los instantes
en tu cintura poderosa
algún día
cuando pierda al mundo
me harás permanecer.
8. “Amor condusse noi ad una morte”, Xavier Villaurrutia
Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.
9. “Amor”, Salvador Novo
Amar es aguardarte
como si fueras parte del ocaso,
ni antes ni después, para que estemos solos
entre los juegos y los cuentos
sobre la tierra seca.
10. “Atmósfera de ausencia”, Elías Nandino
El aire te pronuncia
con sílabas de asedio,
y estoy seguro que a mi lado vive,
incorpórea y precisa,
la huella misteriosa de tu forma
alumbrando la noche
del profundo universo de mi sangre.