Desde Tesalónica. Una vez más tengo la oportunidad de viajar a Grecia para cubrir uno de los festivales más longevos de Europa, y de pasada, ser testigo de cómo le va a nuestros compatriotas de este lado del charco. En esta ocasión, ante casi un lleno completo, se proyectó a las 3:30 de la tarde en el Teatro Olympion “La Tirisia” del realizador mexicano Jorge Pérez Solano (que debutó con «Espiral», 2010). Tras un aplauso cerrado y una sesión de preguntas y respuestas de casi media hora con el público tuve la oportunidad de platicar con él sobre sus impresiones.
FERNANDO MORENO: Jorge, felicidades por tu película y gracias por platicar con Corre Cámara. Primero cuéntanos ¿Por qué este título, cómo nace la película?
JORGE PÉREZ SOLANO: director: Es una palabra que había escuchado durante toda mi infancia y que se me había olvidado. Yo nací en Huajuapan (Oaxaca) y al volver a la zona a filmar, la gente me empezó a hablar de la Tirisia y de esta “ausencia del alma” decían, que al final no es más que la falta de voluntad para vivir cuando el espíritu se te sale del cuerpo. Me pareció interesante el tema para hacer una analogía con la situación social y política de México. Para mí el espíritu de un país contiene elementos religiosos, políticos de los que estamos faltos, por lo que llegué a la conclusión de que la gente —el país— está enferma de Tirisia, ya no tiene espíritu de vida. Ahorita lo estamos recuperando debido a estos actos extraños de la autoridad, como contra los estudiantes de Ayotzinapa, en la que la sociedad se empieza a mover, a despertar, por lo menos la sociedad urbana. México debería ser un país luchador para cambiar la situación, nos encontramos en un punto muy bajo de pobreza, inseguridad, abandono, por lo que es el momento de resurgir.
FM: A veces se nos olvida que el cine puede hacer comentario social. Nos es más fácil verlo en otras cinematografías, como el cine inglés en el que es una constante en sus películas sin importar el corte o la vocación de la que sean. ¿Qué significa para ti hacer este comentario social, este retrato, desde tu película?
JPS: Nos estamos acostumbrando a dejar de pensar. Nos dicen que debemos ser, comprar, ver, y para mí lo importante es recuperar esta capacidad y por eso hacer una película de este tipo: que veas algo que te lleve a pensar. Presentamos las situaciones para que el espectador diga ‘así vivo, así está mi país, esto está pasando’ y lo active a actuar. Sí es una película que exige más allá de lo acostumbrado. He dejado a propósito muchos espacios para que el público construya también su historia, a propósito no le damos elementos digeridos como hace un cine más comercial, la publicidad, la televisión. La crítica social se ha olvidado, se nos ha olvidado criticar pero también proponer, elementos ambos muy importantes: está bien, vamos a protestar pero ¿qué proponemos, que hay que hacer para mejorar? En suma, hay que recuperar la capacidad de reflexionar y de proponer para cambiar.
FM: En la película hay mujeres que son el centro de todo, que mueven el entorno frente a hombres ausentes o que cumplen a medias con lo que ellas necesitan. ¿Cuál es el papel de la mujer como protagonista o motor de la cinta?
JPS: Para mí es una ironía. Vivimos en una sociedad machista pero que la mantiene el movimiento de las mujeres. Esa es la idea de que las mujeres protagonicen, darnos cuenta de que el verdadero mando de la familia y de la sociedad la tienen ellas aunque se someten a la voluntad de un hombre. Quise explorar por qué pasa eso. Creo que cuando las mujeres se den cuenta de la situación que viven y del poder que tienen, esto va a cambiar. Esa es la intención de las historias: porque mis tías son las que impulsan la economía de sus casas, porque mis hermanas son las que están decidiendo. Porque mi mamá fue la que logró que todos saliéramos de un pueblo y fuéramos a la ciudad a estudiar, ella fue quién lo motivo, mi papá nada más la siguió; sin embargo, todos pensábamos que mi padre era el líder. Mis dos películas han buscado darles el peso que tienen en su núcleo familiar y social, creo que en ellas está el cambio.
FM: Estuviste ya con la película en Valladolid, Karlovy Vary, ahora en Tesalónica y ahora te vas a Egipto. ¿Qué significan para ti los festivales?
JPS: Es una oportunidad de conocer cine y que la película se vea en otras latitudes. Es importante encontrar un público quizá más abierto a estas propuestas cinematográficas, aunque lo que me haría más feliz sería que la película se proyectara en la mayor cantidad de zonas en México, porque son historias hechas por mexicanos con historias mexicanas que deberían de terminar con el público nacional, que es el espectador que tiene más elementos para poder leer este tipo de relatos. Es muy importante que se muestre fuera de México, que conozcan mejor nuestra identidad de la manera en que nos expresamos, de los caminos que estamos buscando para hacer cine, pero lo más relevante es que estas películas terminen en las salas siendo vistas por público mexicano.
FM: En ese sentido, aunque se ha avanzado bastante, ¿sigue existiendo un cuello de botella en la exhibición y distribución en México?
JPS: Sí, aunque no creo que sea un problema de nacionalidad sino una cuestión de tipo de género y de forma de hacer cine. Hemos visto películas que han triunfado con la fórmula de una película de género, lo que está bien pero, ¿cómo queremos que el público mexicano vea su cine si no le acercamos el cine? Si el cine es un lenguaje, hay que enseñarle al público a leerlo, a entenderlo, a que hay otras maneras de expresión a las películas de género. Si no lo educas, ¿cómo puedes exigir que cambie sus hábitos de ver cine? Creo que el principio está ahí, el cine debería ser parte de las secciones educativas sin caer en lo que otras disciplinas como la música, literatura, han pasado: que se enseña a pedacitos y luego se olvida.
FM: Nos hace falta entonces una alfabetización mediática, un trabajo en la formación y recuperación de públicos…
JPS: Claro, si somos analfabetas funcionales en la lectura, imagínate ahora que estamos cambiando la manera de expresarnos. Las generaciones futuras ya no van a leer, se están alimentando a partir de internet y medios audiovisuales. Enseñémosle cómo interpretar un nuevo lenguaje para que puedan identificarse con nuestras historias.
FM: ¿Qué es lo que más te gusta de hacer cine?
JPS: Gritar –¡Acción! [risas]… Desde escribir. Me parece mágico ver cómo una idea que se te ocurrió frente a la computadora vaya creciendo hasta lograr una historia, un concepto, que las palabras formen imágenes, luego secuencias, que después se incorporen a la gente; vas fragmentando, vas uniendo. Es cansado, vivir el proceso de creación, de angustia, de saber si tomaste las decisiones adecuadas, de no saber cómo reaccionará el público…pero es satisfactorio.
FM: ¿Cuánto duro, en el caso de esta película, todo ese proceso?
JPS: Empecé a escribir en 2010, por lo que nos llevamos cuatro años, tiempo un poco menor al promedio de cinco años que se toma uno entre una película y otra. Ahora estoy tratando de acortar, ya estoy escribiendo la siguiente historia para ver si el próximo año puedo empezar a buscar dinero y filmar en tres años. He tenido suerte porque hay quienes se tardan 10 ó 12 años, o guiones que leí cuando hice mi primera película y que aún no se alcanzan a producir o a exhibir.
FM: ¿Cómo conformaste el reparto de tu película?
JPS: Cuando empecé a escribir la historia escuché de una actriz llamada Adriana Paz. La contacté, ya tenía el argumento y al verla me interesó como se veía, lucía un poco joven pero pensé que en dos años que consiguiera el dinero ya habría madurado. Aunque inicié el guión pensando en ella, también vi a otras actrices. Hice casting para saber que estaba seguro, y sí, con la actriz con la que empecé es con la que terminé. Gustavo (Sánchez Parra) me parece un actor con una presencia muy fuerte, con mucha experiencia, lo cual me detuvo un poco porque quería actores no tan conocidos para poder fabricar mejor los personajes; pero en la medida que fue pasando el tiempo César Gutiérrez, fotógrafo y productor, me insistió en Gustavo con el que acababa de trabajar, y al verlo en apariencia similar a la de la película, me convenció sabiendo ya de su capacidad actoral. Afortunadamente la pareja funciona muy bien. El personaje de Gabriela, la adolescente, llegó por una convocatoria que hice en Facebook, tiene los elementos que necesitaba de una morena muy mexicana de 16 años (siendo que tenía como 23). Noé (Hernández) trabajó conmigo en «Espiral».
FM: Quien, por cierto, construye un Canelita fantástico, una de las interpretaciones de la cinta que roban cámara…
JPS: De hecho él me hablo diciéndome que quería estar en la película pero haciendo el personaje de Silvestre qué terminó haciendo Gustavo. Fue un reto ya que dejó de ser el matón, el narco, el ojete, y hacer un papel de gay, algo totalmente distinto para él como actor. Quería hacer pareja con Adriana Paz y lo fue, ¡pero de otra forma! [risas]. La intención es que el actor no fuera demasiado maternal, que tuviera un aspecto físico muy varonil pero que manejara su lado femenino. Por su parte, la señora Mercedes Hernández es una de las actrices más desaprovechadas en el medio, todo por los estereotipos que las hacen sólo hacer de la indita o de la sirvienta o de la mamá del maleante. Aunque son gente de pueblo, son personas que quieren también expresarse. Ojalá les vaya mejor a partir de ahora.
FM: Hay un diálogo muy importante entre la imagen a través del long shot, especialmente por el escenario en el que filmas, y el diseño sonoro, que tiene un protagonismo muy particular. ¿Cómo lo decidiste y cómo trabajas de la mano de tu director de fotografía y del responsable del audio?
JPS: La idea del sonido era hacer algo distinto a lo que ya había hecho en «Espiral» (con mucha música, mucho sonido, mi lado ‘indígena barroco’ lleno de adornos). Todo lo contrario. Ficticio pero que se integrara a la historia. Le dije al diseñador sonoro “el peso de esta película van a ser los silencios”, de hecho los diálogos son muy pocos. En mi primer película tuve 47 páginas de parlamentos a traducir, en ésta son siete, y porque incluye los slogans políticos. ¿Cómo hacer que el silencio pese sin hacerlo monótono? De ahí utilizar el viento de diferentes maneras, la creación de atmósferas, las herramientas, la música, ya que hubo que recrear todo. Se tardaron simplemente 15 días en limpiar el sonido. Creo que logramos lo que estábamos buscando.
FM: Finalmente, ¿qué sigue para «La Tirisia», estrenas en México?
JPS: Para este tipo de películas es difícil porque el público para estas historias está en provincia donde los cines se están abandonando. Pensamos hacer un estreno de 60 copias en el Distrito Federal, en circuito independiente, por lo que estamos levantando recursos para las copias esperando poder exhibirnos a mediados del siguiente año. En provincia me interesa particularmente el sur del país. Es absurdo pensar en Cinépolis o Cinemex porque a los dos días te dan la patada, o sales o te usan para rellenar. Con «Espiral» salimos a la semana de cartelera pero llevamos un millón de visitas en internet, lo que nos hace pensar en un modelo que explotar para «La Tirisia».