Centro: Templo metodista actual. Superior derecho: Construcción del templo. Inferior derecho: Incendio de la primera iglesia. Superior izquierdo: Santuario. Inferior izquierdo: Coro de Emmanuel. (Acervo de la iglesia metodista Emmanuel)
Pedro López Hernández
Puebla posee inmensidad de tesoros en sus calles céntricas, desde fuentes y esculturas, hasta edificios con toque español y dejos árabes. Por cualidades como las anteriores, la capital poblana fue reconocida como patrimonio de la humanidad desde 1987.
Sin embargo, también hay muestras de otras naciones europeas, como el arte francés, pero más sorprendente es la convivencia indiscriminada de la arquitectura inglesa en una ciudad de tradición colonial. En la calle 5 Nte., con número 202, se levanta una iglesia metodista cuyo aspecto es anglosajón, pues todo el complejo tiene influencia neogótica, desde los ventanales hasta los claristorios.
De apariencia clara con pilares rojizos, el gris convive y da un aspecto de solemnidad al lugar, a la vez que el cielo azul brinda tranquilidad. La torre por su parte contiene un reloj que anuncia sin piedad la hora, mientras los pináculos son guardianes de una cruz que se alza en medio del montículo y sobresale. Los rayos del Sol cubren la fachada y la recorren lentamente hasta que esta brilla en medio de la calle. El enrejado frío y marrón mira a los transeúntes, mientras las formas caprichosas inglesas anticipan que el interior es imponente.
La pastora del lugar y anteriormente segunda obispo en la historia de México, Raquel Balbuena Osorio, declara que el edificio es especial por sus características y por un halo indescriptible que posee: “El templo, además de ser un edifico histórico, conocido por muchos como la catedral del Metodismo en la ciudad de Puebla, es un bien inmueble donde nos reencontramos con Dios no sólo los domingos, sino cada día de la semana, aunado a que es un lugar de paz. Además representa un punto donde cada persona puede tener una relación especial con Cristo”.
Fue justamente durante el gobierno de Benito Juárez cuando las doctrinas protestantes entran al país, aunque desde la primera mitad del siglo XIX hay presencia metodista en el país, esto por la llegada de ingleses, sobre todo a la región Pachuca-Mineral del Monte.
Si bien, todo este edificio resulta de un largo proceso, vale decir que en 1869 se acentuó la llegada del Metodismo a Puebla, aunque un año antes se ofició el primer culto protestante en la capilla de la virgen de los Dolores. Con el paso del tiempo, en 1873 el obispo Heaven, perteneciente a la Iglesia Metodista Episcopal de los Estados Unidos, junto con el doctor Guillermo Butler (primer Superintendente metodista de México) visita el lugar y para 1874 adquieren una parte del exconvento de Santo Domingo. Ya en 1875 se abrirá públicamente un templo e igualmente se celebrará por primera vez el Sacramento de la Santa Cena del Señor.
José Donato Rodríguez Romero realizó una compilación titulada ‘Datos históricos del templo Emmanuel de la ciudad de Puebla’, donde indica que pese a los avances agigantados de la obra metodista, también se presentaron momentos amargos: “Lógicamente hubo gran oposición por parte del pueblo católico y muchas persecuciones al principio del trabajo; los primeros años fueron difíciles para el Dr. Carlos G. Drees, primer joven misionero que llegó después del fundador Dr. Butler y quien tuvo la dirección de la obra por algunos años”.
Tras cambios y el crecimiento de la congregación, se erige formalmente un templo metodista en la actual ubicación de ‘Emmanuel’, sólo que el de 1892 conllevaba diferencias importantes, por ejemplo era semejante a los de Estados Unidos o Canadá debido a la distribución, aunado a que en el centro de la entrada había una torre que terminaba en aguja.
La belleza del lugar se vería interrumpida aquel 1ro. de abril de 1922. De repente humo sale del edificio y poco a poco las llamas se propagan. No sé sabe si es de día o de noche, pues la expansión de nubes oscuras hacen que la gente corra aterrada en medio de la calle. El sonido del crujir de la madera y el fuerte aroma a tela quemada, al igual que el calor emitido, llaman la atención. Estruendos de columnas y estructuras cayéndose dan cuenta de lo ocurrido. Todo esto lo comenta G. Montiel, albañil encargado de la construcción del nuevo templo, en su documento ‘Un recuerdo a los dos templos, al antiguo y al nuevo de la I.M.E. de Puebla de Z. Octubre 31, 1924’.
“Vino el momento de alarmar para los miles de gentes, más hubo también valientes que atravesaron la llama; algunos muebles salvaron y a salvo se reunieron cuando las llamas ardieron y el cielo lo incineraron… La Grey Metodista mira entre pavor y quebranto ¡que arde su templo santo para quedar negra pira!… Y los negros nubarrones saliendo cada segundo ascienden a lo profundo dejando rojos tizones… Y luego; un ruido estruendoso hizo el desplome del techo oyéndose a largo trecho el retumbar horroroso. El fuego lame cortinas, pisos, puertas y ventanas, todo vomitando llamas y dejando negras ruinas”.
“Lo que parecía ser una desgracia, ayudó a que los congregantes aprendieran cosas importantes y aplicarlas, como la frase ‘la unión hace la fuerza’, porque efectivamente el templo se incendió, pero se reestructuró y no tardaron muchos años en ello, incluso mantuvieron la esencia del primero, claro está, con sus modificaciones. De la nada o de las cenizas, se volvió a edificar la Casa de Dios”; explicó la pastora Balbuena.
Curiosamente el milagro llegó con lo que muchos catalogaron como tragedia, pues autoridades y personas de la ciudad ayudaron a los metodistas de forma desinteresada y esto logró que el pueblo se unificara. Pero más sorprendente es que este hecho permitió la reunión de recursos para levantar un segundo templo, el cual terminó de construirse en tan sólo dos años de acaecido el incendio y hasta hoy perdura, sobresaliendo el campanario.
Al pasar por la entrada dividida en tres puertas que recuerdan a la Santa Trinidad, unas escaleras abordan al visitante y lo guían directamente hacia una puerta de madera. Al cruzar esta parte, de repente el mar del silencio cubre el santuario y los rayos de luz destellan chispas de magia, cubriendo al lugar de calma y serenidad. Los ventanales contienen vitrales sin figuras, únicamente rombos verdes y transparentes, aunque en lo más alto unos círculos con cuatro lados que emergen del centro dan el distintivo europeo al lugar.
Las bancas, junto con la segunda planta del lugar, son realizados en madera de manera cuidadosa y el techo no es una cubierta simple, sino que es semejante a las de iglesias de tradición anglicana, con pequeñas bóvedas. El órgano, ya sea por su tamaño y su diseño igualmente gótico, capta la vista desde el primer momento en que se contempla. Su color marrón y la tubería de bronce con blanco y rombos, principian sus formas claramente inglesas, terminadas en punta. Al centro, en la parte superior del instrumento musical, hay una figura semejante a una flor que está resguardada en un triángulo. Aunque los relieves del mueble son líneas, todas van armoniosamente en una misma dirección y otorgan elegancia. Cabe aclarar que el órgano también es de manufactura inglesa.
“El órgano que tenemos es de tipo tubular y sólo este, junto con el de la catedral católica son los únicos en su tipo en Puebla. Por el momento no está en función debido a su carácter histórico, es decir, no podemos restaurarlo o utilizarlo tan fácilmente. Sin embargo, es una reliquia con un simbolismo de alabanza y adoración a nuestro Dios, parte fundamental de nuestra Teología”; sentenció la pastora Balbuena.
Después de tanto esfuerzo para que las enseñanzas de John Wesley llegaran a México, este templo, al igual que otros, condensa no sólo sueños y alegrías, también lágrimas e historias dignas de contarse, pues en cada uno de los rincones hay algo inexplicable que permite entender el presente.
“Una de las cosas que nadie debe perderse es pasar y mirar, porque es un edificio histórico con características como el reloj, el campanario y toda la estructura; pero también ver el santuario, sobre todo entrar por la parte principal, donde es posible contemplar la majestuosidad del órgano, las bancas, el diseño, cada área; todo tiene historia y es parte de nuestro acervo cultural”.
Aquello que parecía lejano fue realidad y esta edificación ha pasado a la historia como un signo de fe y trabajo, además es una joya del centro histórico de Puebla y un claro ejemplo de cómo las urbes mexicanas contienen elementos extranjeros. Mientras tanto, la fachada de la edificación sigue brillando y aunque el visitante se aleja, no deja de ser imponente la presencia de la iglesia, como si esta resguardara la avenida.