La comida mexicana es sabrosa, variada y nutritiva, pero también picaresca. No en balde fue inscrita como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Esto se debió a la riqueza que encierra en lo que se refiere a ingredientes, sazones, historia, cultura, leyendas, poesía y lingüística.
Así es, cuando nos comemos un taco de barbacoa, no solo estamos consumiendo un trozo de carne cocida, sino una verdadera mística que abarca varios siglos de historia, y que implica costumbres, tradiciones y sabiduría en torno a la elección del borrego, la preparación del hoyo (horno), el acomodo de los ingredientes y el tiempo de cocción, según las condiciones de nubosidad que prevalezcan ese día, sin olvidar las salsas, las tortillas y demás acompañamientos.
Sucede algo similar con cada platillo del recetario familiar y nacional: detrás de cada uno existen anécdotas, leyendas, cuentos, consejos y hasta albures que los han convertido en lo que son: sabrosísimos fragmentos de idiosincrasia mexicana.
Existen decenas de dichos, refranes, dicharachos, frases, chistes y consejas en torno a la comida nacional. Aquí van algunos de ellos, desde los inocentes y eruditos hasta uno que otro picaresco, porque, a fin de cuentas, en la comida mexicana hay para todos los gustos, como en botica. O lo que es lo mismo: hay de chile, de dulce y de manteca.
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Ahora sí, chile verde, es cuando le has de dar sabor al caldo.
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Calabaza caliente, pedo de repente.
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Después de un buen taco, un buen tabaco.
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Si usted tiene prisa, ¿para qué se sienta a comer?
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¡A darle, que es mole de olla!
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La buena comida se anuncia a la nariz desde la cocina.
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Nunca es lo mismo una comida recalentada ni una amistad reconciliada.
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Las penas con pan son menos.
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Para comer y para coger, no hay cansados ni pendejos.
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Sale más caro el caldo que las albóndigas.
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A buen hambre, no hay mal pan.
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De lengua me echo un plato o De lengua me como un taco.
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Hasta lo que no come le hace daño.
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Ni que fueran enchiladas.
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Cuates, los aguacates, y no se hablan.
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El que hambre tiene le atiza a la olla y el que no hasta la lumbre le saca.
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A la mesa y a la cama, una sola vez se llama.
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Hacer de chivo los tamales.
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Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana.
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A falta de amor, tacos al pastor.
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Aquí sólo mis chicharrones truenan.
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Soy como Juan Orozco: cuando como, no conozco.
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El hambre es canija, pero más el que se la aguanta.
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Del plato a la boca se cae la sopa.
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¡Atásquese ahora que hay lodo!
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Este arroz ya se coció.
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Gano poco, pero para frijoles, saco.
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Se comió la torta antes del recreo.
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Si corre o vuela, va para la cazuela.
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Es el ajonjolí de todos los moles.
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No le pidas peras al olmo.
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Ningún chile les embona.
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Un taco y un balazo donde quieran caben.
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El que tiene hambre, en pan piensa o El que tiene hambre en gorda piensa.
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Anda como el perro del carnicero: viendo la carne y lamiéndose el chile.
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El que por tragón se petatea, hasta el pan de muerto se lleva.
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La fruta en la mañana es oro, en la tarde, plata, y en la noche mata.
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Casi todo lo ganado entra por la boca y sale al excusado.
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Como dueño de mi atole, lo menearé con un palo.
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Con esa carne ni frijoles pido.
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De las tunas, come una o dos, porque si muchas, ¡válgame Dios!
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Las cuentas claras y el chocolate espeso.
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Te conozco, bacalao, aunque vengas disfrazado.
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Se te queman las habas.
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Se sirvió con la cuchara grande.
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Antes mis dientes que mis parientes.
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Andar de huele moles.
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Ser como la chía: espesa, babosa y fría.
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El que nace para tamal, del cielo le caen las hojas.
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No hay que buscarle ruido al chicharrón.
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Donde comen dos, comen tres.
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Lo que tiene la cazuela, saca la cuchara.
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Pica y sabe, y lástima que se acabe.
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El taco ajeno hace al hijo bueno.
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De mirones y tragones están llenos los panteones.
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Al que no quiere caldo, dos tazas.
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Si son de harina, ni me las calientes.
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Enfermo que come y mea, el diablo que se lo crea.
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No te hagas de la boca chiquita.
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Si así como comen, trabajaran…
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El comal le dijo a la olla.
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Atente al chile y no pongas frijoles.
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A la mejor cocinera se le va un tomate entero.
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Lo que no mata, engorda.
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De que se eche a perder a que me haga daño…
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Lo puse como camote.
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Al hablar y guisar, su granito de sal.
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Echarse un taco de ojo.
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Más tortillas… que en Toluca sobra el maíz.
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Has molido más chiles que un molcajete.
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Primero comer que ser cristiano.
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Cuando tú vas por leche, yo ya vine con queso.
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Le dieron en su mero mole.
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En comer, rascar y besar, el trabajo es comenzar.
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Barriga llena, corazón contento.
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Foto: «El sabor de México // Bodegón de chiles » por Armando Aguayo Rivera, CC BY 2.0.