Esta historia me sorprendió –hace 10 años, cuando empezábamos con la revista– y fue el artículo central de nuestra edición número 3. Muchas cosas han pasado desde entonces, pero ella sigue ahí –parafraseando «La Puerta de Alcalá», de Mecano–, con la diferencia que por esta puerta pasa la comida de casi todos los habitantes del centro del país.
25 millones de personas dependen del movimiento de alimentos que se lleva a cabo en La Central de Abastos, conocida como CEDA, ubicado en Iztapalapa, uno de los asentamientos históricos de la capital mexicana. Ningún sitio similar en el mundo atiende a tantas personas. Su gigantismo no debería ni sorprendernos ni enorgullecernos, pero es un hecho sorprendente que no pasa desapercibido y que todos, alguna vez, deberíamos conocer.
El antiguo mercado de La Merced, el antecedente que aún hoy se niega a morir, se construyó en 1890 y llegó a ocupar 53 manzanas del Centro Histórico, cuando integraba a 8 mercados distintos alrededor de los lugares donde, en tiempos de los mexicas, llegaba el abasto para Tenochtitlán proveniente de pueblos de la rivera del lago. Pero eso ya cambió. La nueva CEDA cuenta con algo más de 3,700 bodegas en un terreno de 304 hectáreas. Para dar una idea, eso corresponde e 600 campos de futbol juntos, todos llenos de hortalizas, frutas, verduras y millones de productos más. Por el CEDA pasa el 30% de la producción hortofrutícola nacional y el 80% de la comida que se consume en el área metropolitana que forman la Ciudad de México y parte de los estados de México, Morelos e Hidalgo. Además, y no es broma, ahí se establecen los precios que serán referencia en México e, inclusive, algunos países vecinos.
Todo en la famosa Central de Abastos es en cifras astronómicas. Cerca de 75,000 personas trabajan relacionadas a este impresionante centro. Se dice que, entre compradores, vendedores, intermediarios y curiosos, alrededor de 300,000 personas la visitan cada día. Inaugurado el 22 de noviembre de 1972, el CEDA cumplió recientemente 35 años de funcionar. Su diseño sorprende, pertenece al arquitecto Abraham Zabludovsky y tiene un eje central de 2,250 metros de largo, a lo largo del cual se acomodan miles de centros de venta y almacenamiento. En total, sus pasillos exceden los 11 kilómetros. Se estima que cerca de 60,000 vehículos entran y salen cada día. Cuenta con guarderías, bancos, centro cultural, su propia liga de futbol y, por supuesto, su propios retos ante el crimen, las drogas y la prostitución.
En últimas fechas, como parte del 35 aniversario, se convocó a artistas grafiteros a decorar al monstruo. El proyecto, interesante e innovador, merece una visita exclusiva, porque muestra el mensaje contemporáneo que este gigante quiere dar a la población. Estos nuevos muralistas han dado un rostro distinto a una de las más complejas estructuras comerciales del planeta.
Visítenla, vale la pena, lleven su carrito y descubran maravillas que les abrirán el apetito. Es un maravilloso recinto de una complejidad suprema que a veces sorprende cómo sigue funcionando.