Parece irónico que tenga que ser motivo de orgullo contar con una institución como el Frayba, dedicada a luchar por el respeto a los derechos humanos, pero nuestro país es complejo, salvaje a ratos, y necesita luces que marquen la línea y denuncien a los que hacen de la violencia su lenguaje.
A casi 30 años de su fundación por Samuel Ruiz –en honor a otro gran luchador de los derechos humanos en Chiapas–, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (su nombre completo) ha trabajado contracorriente para sacar a la luz las vejaciones que, principalmente aunque no en exclusiva, sufren los indígenas en el sureste.
¿Qué tan difícil es, en México, dedicarse a luchar por los derechos humanos? Definitivamente se trata de una profesión de altísimo riesgo, mayor aún que la de los periodistas, quienes tienen más visibilidad y solidaridad gremial. México es un hueso duro de roer y las instituciones públicas –en particular– siguen pensando en la ley del más fuerte como la solución a casi todo. Por eso este tipo de labores se vuelven heroicas y muchas veces incomprendidas, porque los ciudadanos tendemos a acusarlos de “rojillos”, latosos, inconformes eternos y otras linduras. Pero, muchas veces pese a la ciudadanía, los grupos humanos como el Frayba siguen ahí, recordándonos que no ha llegado la justicia a Acteal (a 20 años de la matanza), a los Altos de Chiapas, a Chenalhó y a muchos otros lugares donde pobreza, violencia y abuso de autoridad conviven en doloroso amasiato.
El Frayba –y otros– también nos obligan a no olvidar condiciones inaceptables en este siglo (y en esta vida), porque tendemos a atorarnos con los baches de la esquina y otros asuntos menores, pero olvidamos dramas y fotos como la que incluyo en este texto (de la página del Frayba), con injusticias como las de los desplazados, en especial mujeres y niños, cargando toda su vida en su espalda, a quienes apenas escuchamos y mucho menos defendemos. Este México debería tener más cobertura que memes insípidos sobre los candidatos. Si en vez de reenviar fotos alteradas de personajes, reenviáramos imágenes que nos obliguen a cambiar la realidad, este país podría ser mejor, mucho mejor. Tal vez por eso acusamos de escandalosos a estos organismos, porque sacan a la luz cosas que nos incomodan, porque el ruido que provocan nos alcanza, porque son como una piedra en el zapato, e insisten en denunciar lo que esta sociedad en la que vivimos esconde.
Y no, no trabajan por el aplauso, pero los que colaboran en el Frayba, y en el Centro Pro, y en decenas de organizaciones de la sociedad civil lo merecen. Son un orgullo doloroso.