¿Te vas a reunir con tus cuates para la fiesta? ¿Harás un guateque con los de la vecindad? Todo se vale porque nuestro país es, por encima de los agoreros del desastre, a prueba de todo, así que le daremos más vida a la vida y más sabor al sabor, con una enjundia desmesurada.
Elige el sitio antes de que se llenen las plazas; reserva con tiempo el hotel para llevar a tu media sandía al mero centro de la acción; empieza a ahorrar para la compra del confeti, las serpentinas, los espantasuegras o las horrorosas trompetas que venden en los estadios; ponte a dieta para la salvaje comilona que acabará en Navidad con un arbolito que en vez de esferas llevará figuritas de Doña Josefa, Aquiles Serdán, Vicente Guerrero y Felipe Ángeles; nada más no cometas el sacrilegio de irte a celebrar las fiestas patrias a Las Vegas o a Disneyworld, porque te condenamos al fuego eterno junto a la Catrina de José Guadalupe Posada, no hay que ser…
El refrán muestra que nuestro país está lejos de ser un desastre, porque ya ha durado más de dos centenarios y aquí sigue, aguantando iluminados e incendiarios, opacos y obesos, mostrando que es más de lo que imaginamos. No escuches a los que insisten que los festejos están fuera de lugar. Agarra la guitarra y recorre los pueblos que ya desde hoy se están embelleciendo. Camina por Dolores Hidalgo, por Guanajuato, por Chihuahua, por Zacatlán de las manzanas, por Uruapan de los aguacates y por Tepito de las películas pirata, donde todos está listos para desahogar las pasiones, no vaya a ser que lleguemos muy despostillados al Tricentenario. Anímate, muéstrales que, aun en las dificultades, siempre hay tiempo para los abrazos y los buenos deseos; por eso en los pueblos hay comilonas cuando alguien fallece, porque llorar es muy sencillo pero para ser felices hay que ser muy machos.