Entre el azar y el vértigo, los juegos y juguetes mexicanos son reflejo de nuestras costumbres, espejo de idiosincrasias, testimonio de épocas, testigos de las circunstancias, hechos y héroes de nuestro pasado. Están hechos con la materia con la que se confeccionan los sueños y son —sobre todo— no más que imaginación palpable.
Jorge F. Hernández
San Miguel de Allende es un lugar de belleza y tradiciones. Un excelente destino para combinar descanso, gastronomía y cultura, Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde 2008. Dentro de lo que no puedes dejar de hacer es caminar por las maravillosas callecitas del centro, entrar a la Parroquia de San Miguel Arcángel, visitar la Antigua Presidencia Municipal, relajarte en una de las bancas de la plaza principal, ir al Teatro Ángela Peralta, al Centro Cultural Ignacio Ramírez «El Nigromante» —donde además puedes admirar un extraordinario mural de Siqueiros— visitar el mercado de artesanías —hay para todos los gustos— probar los churros o los helados, escuchar a los mariachis en la noche y, por supuesto, visitar el Museo del Juguete Popular Mexicano, en la zona centro (Núñez #40). La entrada solo cuesta treinta pesitos para adultos y veinte para niños. El museo cuenta con cuatro salas donde se exhiben juguetes populares de diversas regiones del país. La colección está integrada por más de tres mil piezas pertenecientes a Angélica Tijerina. Además, desde 2013, se muestran los juguetes ganadores del certamen nacional. La tienda del museo vale mucho la pena. Y si compras estarás apoyando a los grandes maestros artesanos mexicanos. Si preguntas, el personal te dirá exactamente la región donde fue producido el juguete y, en ocasiones, hasta se saben el nombre del artesano.