¿Recuerdas…? Sí, recuerdo cuando leí por primera vez Farabeuf. Recuerdo que fue en el último semestre de la carrera. No podía creer que llevara cuatro años estudiando letras hispánicas sin haber leído esta novela. También recuerdo el impacto del instante en que mis ojos miraron aquella foto de la página 145, de una mujer china con los pechos cercenados, rodeada de hombres, unos espectadores de la sanguinaria escena, otros cortándole una pierna. Así, Farabeuf se me “reveló como un seductor signo de interrogación”, como se describe a la novela en la contraportada de la edición del Fondo de Cultura Económica.
Han pasado ya 50 años desde la publicación de este libro, tan fascinante como estremecedor, considerado un parteaguas en la literatura mexicana del siglo XX. ¿Por qué? Principalmente por su narrativa aparentemente inconexa, fragmentaria y caleidoscópica, a través de la cual intenta recrear y transmitir las distintas perspectivas y ángulos de un mismo instante. Esta novela tiene la particularidad de abrevar de otras artes y culturas, principalmente del cine de Serguéi Eisenstein basado en el principio del montaje, la fotografía surrealista del francés Eugéne Atget y la escritura ideográfica china, cuyas maneras de crear discursos extraña en la tradición canónica de la narrativa occidental en lengua española.
Esas fuentes que inspiraron y alimentaron la mente del escritor mexicano Salvador Elizondo son las que se exhiben en la muestra Farabeuf: 50 años de un instante en el Museo del Palacio de Bellas Artes, en la que a través de 110 piezas, entre manuscritos, impresos, libros pertenecientes al autor, fotografías y fragmentos fílmicos se reconstruye el proceso de creación de una de las novelas más importantes de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
La exposición, que estará abierta hasta el 4 de octubre, se divide en cinco núcleos que muestran las facetas de producción literaria que pasó Elizondo para escribir su primera novela. Así, se pueden admirar libros que leyó de Edgar Allan Poe, Sergei Eisenstein, Confucio (traducido por Ezra Pound), Stéphane Mallarmé entre muchos otros de filósofos y médicos chinos; imágenes que evocan escenarios descritos en la novela y, lo más interesante, una colección de las muchas ediciones de Farabeuf, incluido el primer manuscrito corregido y anotado por la mano del propio autor.
Conocer la piedra filosofal de una de las novelas más desconcertantes dentro de la literatura mexicana es ver más allá de la punta del iceberg… Es sumergirse en las entrañas del genio de Salvador Elizondo.