Tenemos Pueblos Mágicos, Barrios Mágicos y Pueblos con Encanto, tenemos Patrimonios de la Humanidad, tesoros nacionales, áreas protegidas, monumentos nacionales y construcciones catalogadas. En apariencia, tenemos grandes riquezas.
Y sin embargo nos falta un término para esa Gente Mágica, Personas con Encanto, Mexicanos Extraordinarios, Patrimonios Humanos, personas que nos han dado motivos para vivir y razones para sonreír, seres humanos excepcionales, mexicanas y mexicanos de bien que merecen más espacios para ser celebrados.
No se trata de poner una estatua en cada esquina, se trata de volver a quienes son motivo de orgullo parte de nuestras conversaciones; se trata de que nuestros hijos reconozcan a los personajes valiosos y no solo se aprendan los nombres de los narcos o los corruptos de moda; se trata de vivir rodeados de ejemplos que dignifiquen la “profesión” de ser mexicanos. No se trata de hacer culto a la personalidad o llenar de homenajes cívicos las fechas del calendario, se trata de dar motivos para abrazar a este país.
Por ellas, actrices, científicas, maestras… por ellos, intelectuales, deportistas, formadores, es por lo que este país camina. Y, por supuesto que nos deben encantar Pátzcuaro y Chichen Itzá, Cabo Pulmo y Xilitla, pero nuestros orgullos van desde Leona Vicario hasta Mario Molina y desde Ignacio Allende hasta Andrés Guardado, desde Las Patronas hasta el Padre Chinchachoma y desde Carlos Carsolio hasta María Izquierdo.
Eso, la gente y no las piedras, es lo que hace una sociedad y consolida un país, porque podemos comer mole poblano y vestir huipil, pero la esencia está en la voluntad, en la determinación, en la inteligencia, en la solidaridad de los habitantes.
Un país para presumir se forma, fundamental y prioritariamente, de seres humanos. Y tenemos muchos, muchísimos muy valiosos, esa es nuestra riqueza.