Entre el gremio de los artistas, la figura de Sebastián siempre ha sido polémica. Se le critica y argumenta, en cuanto a su obra, su manera de relacionarse, su organización y hasta su cualidad de saber estar en el momento preciso en la escena del arte. Sin embargo, poco se habla de su lenguaje escultórico y de su propuesta artística. Las piezas adquieren presencia en el entorno nacional y pocos señalan los valores artísticos y estéticos presentes en su basta producción.
Para el análisis de la obra de un artista es recomendable desvincular su hacer con su persona pues, al asociar ambos, se distorsionan los valores artísticos de su propuesta. En el caso de Sebastián, defiendo en mucho su postura como profesional del arte, pues lo veo como ejemplo del perfil que debe tener un artista contemporáneo: hombre íntegro en sus principios, con una producción prolífica, organizado en su taller como un verdadero empresario cultural, publirrelacionista a más no poder y con la cualidad de convencer a las autoridades gubernamentales más retrógradas de la importancia del arte como obra pública.
Su estilo particular, basado en la geometría lírica, ha generado permanentes influencias en jóvenes artistas y ha definido una manera particular de ver el espacio público y los sitios que adquieren una referencia a partir de sus obras.
Hoy por hoy, el lenguaje de Sebastián se identifica por la monumentalidad de las piezas, por el manejo del color y la perfecta realización geométrica combinada con poesía, relato y dinamismo: geometría cálida que permite al espectador establecer un vínculo de comunicación.
Las obras de Sebastián no pasan desapercibidas. Por lo general, son ubicadas en zonas en donde se les observa desde distintos ángulos. De manera evidente, se ve que el artista estudia con detalle los flujos y tránsitos de las personas que pasarán a un lado de cada una de sus piezas. Son obras que pueden distinguirse desde la mirada del peatón, del conductor de un vehículo o, incluso, desde el vuelo de un helicóptero o un avión.
La flor del desarrollo II, escultura en metal de gran formato, es una muestra de ello. Esta obra, hecha para ser ícono de una institución pública, revela una propuesta temática, estética y artística de manera contundente. Partiendo de un tema simple, la flor, la obra construye una suerte de mándala escultórico, similar a los rosetones de las iglesias medievales, en donde el poder de la abstracción de la forma geométrica nos envuelve en su partes y nos evoca una especie de giro, movimiento, rehilete, viento, aire y dinámica. La construcción de los “pétalos” de la flor sintetizan movimiento.
El propio estilo de la abstracción geométrica requiere de un espectador activo, que participe decodificando las formas y percibiendo la inmensidad de significados contenidos en la obra, generando con ello múltiples reflexiones que surgen al apreciar la pieza.
Conoce más de la obra de Sebastián en el número 26 de la revista Mexicanísimo: http://www.mexicanisimo.com.mx/tienda/numero-26/#revista-26