Así perdió el diablo…
Los mexicanos ni nos rajamos, ni nos abrimos, ni sentimos el menor miedo cuando nos enfrentamos al diablo. Lejos de la solemnidad, el diablo es motivo de risa, de burla, de picardía y de juego. Desde niños mostramos irreverencia y además de hacer todo tipo de “diabluras”, jugamos con el patín del diablo, a ponernos los cuernos cada vez que posamos para una foto, lo dibujamos cómicamente dentro de las cartas de la lotería y nos subimos en los “diablitos” de las bicicletas.