Hace ya varios meses vivimos una fuerte polémica en la Ciudad de México que causó revuelo en el Palacio de Bellas Artes. Me refiero al afamado caso de Fabián Cháirez y la pintura “La Revolución”.
La obra pintada en 2013, fue exhibida en diciembre de 2019 en Bellas Artes, la curaduría estuvo a cargo de Luis Vargas Santiago. Este cuadro representa a un hombre desnudo y feminizado montado en un caballo.
El autor de la obra dijo que él creía que la sociedad estaba lista para una pintura como la suya, sin embargo, la recepción no fue así. Como recordamos, campesinos protestaron para que la pintura fuera quitada del museo y asimismo la familia de Emiliano Zapata tuvo una postura en contra sobre representar al caudillo como “gay”. ¿Qué hay detrás de todas estas protestas?
En primer lugar, el arte está buscando nuevos espacios para manifestar realidades. El mismo Cháirez dijo: “el arte es cuestionar”. Y sí se están cuestionando paradigmas profundamente arraigados: el machismo, la masculinidad, la femineidad como algo negativo, denigrante.
En un principio, la pintura no alude a Zapata, si observamos con detenimiento se recuperan elementos característicos de un charro: el sombrero, el caballo (por cierto con una erección prominente en la pintura), el bigote. Así, pudo haber sido cualquier hombre de esa época, pero la gente comenzó a atribuírselo a Zapata.
Uno de los grandes problemas fue que una representación del imaginario colectivo como lo es Zapata molesta profundamente las estructuras retrógradas de una sociedad arcaica. Es decir, le molestó a la gente porque si Zapata hubiese sido femenino, como en la pintura, entonces no podría haber sido un héroe de la patria. Este es un profundo problema que deja ver el odio que aún existe por lo femenino, en todas sus manifestaciones.
Una representación de una mujer desnuda sobre un caballo, en tacones jamás hubiera resultado tan “ofensiva” porque la gente está acostumbrada a cosificar nuestros cuerpos. Sin embargo, un hombre, y no cualquier hombre, sí es transgresor, se ve mal, es ofensivo. Y precisamente les resulta así a muchas personas porque todavía habitamos espacios donde la homofobia existe.
Este Mes del orgullo, y siempre, repensemos nuestras posturas y miremos estos prejuicios, que aunque sea crudo, matan. Comencemos a darnos cuenta que existimos en diferentes esencias, empecemos a ver que necesitamos nuevos paradigmas en el arte, en nuestras vidas para entender esta realidad.