Este atípico recinto, creado en 1990, es una visita obligada porque muestra un rostro diferente de nuestro país. Se trata de un precioso rincón que reúne quizá la colección más impresionante de máscaras en nuestro territorio, parte fundamental de los rituales y danzas mexicanos. La mayor parte de ellas han sido recolectadas y rescatadas por el mismo pintor durante su recorrido por las tradiciones populares, evitando la pérdida de una información cultural esencial sobre la expresión de las comunidades.
El museo está ubicado en el antiguo Convento de San Francisco, un espacio que en sí mismo es un tesoro, con una capilla sin techo y una fachada perfectamente retocada, con un jardín delicioso que la rodea. En uno de los extremos, el museo sorprende por los cinco mil rostros diferentes de nuestro país que exhibe: viejitos, demonios, hombres tigres, hombres barbados, lampiños, danzantes, protectores de la fe, penitentes, greñudos con pelo de yute, monstruos de ocho cuernos, calacas, duendes, cocodrilos, seres mitológicos y brujos. Caminar en el interior ofrece un juego de miradas dobles, uno observa y es observado al mismo tiempo, es una extraña sensación porque diez mil ojos vigilan el recorrido por los pasillos.
Cada máscara tiene una historia que habla de peticiones a los dioses y de exorcismos mundanos, de gozo festivo y de dolor profundo; cada rostro colgado en las paredes es un mosaico de tradiciones y costumbres de los cientos de pueblos que han integrado nuestra sociedad. Contrario a lo que pudiera pensarse, éstas no son disfraces, ya que en las comunidades se ve al portador de la máscara como un instrumento usado por la deidad como medio para mostrarse y no al revés. Quien usa la máscara no habla por él, sino en nombre del personaje representado, que se deshace del cuerpo al terminar la celebración para reaparecer nuevamente, en otro cuerpo, en la siguiente ceremonia.
La museografía es muy atractiva, aprovechando los rincones del antiguo convento e integrando las máscaras en unidades temáticas que las vuelven aún más impresionantes. Es un paseo fabuloso, extraño e inquietante a ratos, algunas máscaras realmente inspiran temor.
Algo muy importante: al terminar el recorrido por la zona de máscaras no hay que olvidar que también se exponen obras de este importante autor zacatecano, reconocido en todo el mundo y con obra gráfica presente en varios de los museos más renombrados del planeta, en cuyo honor está bautizado el museo.
Fotos: Cortesía Museo Rafael Coronel.