La cita es en el Foro Shakespeare, en plena colonia Condesa y a unas cuantas cuadras del Parque España, donde las clases acomodadas de la Ciudad de México acostumbran sacar a pasear a sus perros los fines de semana, entre restaurantes de comida internacional y cafés con decorados minimalistas. Sin embargo, la obra de teatro que vamos a ver no se presenta en las instalaciones del foro. Para llegar al escenario las casi 60 personas que formamos parte del público nos tenemos que subir a un par de camiones y emprender un viaje de más de 20 kilómetros hacia el Centro Varonil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla. Es un trayecto largo, que toma poco más de una hora con el tráfico relativamente ligero del fin de semana.
Los que vamos en el camión llamamos la atención de los que nos alcanzan a ver pasar. Todos vestimos con combinaciones extrañas de colores: nadie trae prendas azules (ni siquiera pantalones de mezclilla), beige, blancas, negras o grises oscuras, en cambio el amarillo, naranja, verde y rosa abundan en nuestras blusas, playeras y pantalones; además, nadie revisa su celular, todos se quedaron resguardados en las instalaciones del Foro Shakespeare, en unas bolsitas de plástico junto con nuestros audífonos, carteras y llaves del auto; únicamente traemos una identificación oficial y la mayoría cargamos con una botella o termo lleno de agua.
Una vez que llegamos a la cárcel, tenemos que pasar cateos, registros y rejas de seguridad, antes de caminar por uno de los patios del penal para llegar a su auditorio: el Teatro Juan Pablo de Tavira, donde el día de hoy, sábado 26 de mayo, veremos un montaje de la obra Xolomeo y Pitbulieta, adaptación mexicana de la mil veces montada y reinterpretada tragedia de William Shakespeare, Romeo y Julieta.
Pero esta no es cualquier reinterpretación: el libreto es de Jesús Natanael Pulido, un reo que cumple su condena en un penal de Oaxaca, y, a diferencia de la original, es una comedia. En su versión, Verona se convierte en la frontera entre México y Estados Unidos, los jóvenes nobles protagonistas son transformados en perros, y los versos del Bardo son reemplazados por diálogos llenos de expresiones populares mexicanas, juegos de palabras y albures ingeniosos.
Además, los actores son todos, al igual que el dramaturgo, reos, miembros de la Compañía de Teatro Penitenciario, que se juntan en este mismo espacio cuatro horas al día, cinco días a la semana para ensayar y prepararse para las funciones que ofrecen los sábados. Esas decenas de horas de trabajo, repartidas a lo largo de muchos meses, se sienten desde antes de que empiece la obra, cuando el público camina hacia sus lugares inmerso en la oscuridad y rodeados por un coro de ladridos que es lanzado por los actores.
Una vez que todos estamos sentados, vuelve el silencio y, en el centro del escenario, el narrador –con atuendo victoriano, pero hocico y orejas de perro hechos con papel maché– yace hecho bolita, emitiendo gruñidos y gemidos caninos. Después de unos segundos se levanta y olfatea los pies de los que estamos sentados hasta adelante, alza la patita para “marcar su territorio” y finalmente se levanta para pronunciar las primeras frases de la obra, que nos transportan a “Joliguau”, en Estados Unidos, donde los prejuicios raciales y los discursos anti-migrantes evitan que dos perros de razas diferentes puedan amarse con libertad.
Durante la siguiente hora que dura el montaje, todo es carcajadas. Las aventuras amorosas de Xolomeo, un noble xoloitzcuintle que “se va de mojado” a Estados Unidos para apoyar a su familia de raza azteca, y Pitbulieta, una pitbull estadounidense que es actriz e hija del político racista Trump Pitbull, están repletas de chistes ingeniosos, coreografías energéticas y personajes entrañables.
La escenografía, la dirección (a cargo de Camila Brett y Jerónimo Best), el uso del espacio, las actuaciones, el libreto (adaptado por Mariana Hartasánchez), la música (mención especial a la canción “Who Let the Dogs Out” para una escena de “perreo” entre los protagonistas) se combinan para hacer de Xolomeo y Pitbulieta una obra divertidísima, enérgica y políticamente relevante, dado el panorama actual de las relaciones entre México y Estados Unidos. Yo, en lo personal, pocas veces la he pasado tan bien en un teatro.
Al terminar cada función, tras recibir los aplausos, se organizan sesiones de preguntas y respuestas entre el elenco y el público. En esta ocasión, los reos hablaron sobre sus dinámicas de trabajo, lo complejo que es montar una obra estando dentro de una prisión y la manera en que el teatro les ha permitido crecer y sentirse libres, a pesar del lugar en el que se viven, así como librarse de prejuicios con los que venían cargando antes de formar parte de la compañía.
Cuando una joven les preguntó que qué les gustaría que supieran sobre ellos la gente que está fuera del penal, el actor de Pitbulieta, un hombre musculoso, enfundado en un vestido rosa y con peluca rubia platinada, respondió citando al grupo de comediantes conocido como los Mascabrothers y dijo que la piedra con la que se tropezó será la que use de escalón en el futuro.
Nosotros les recomendamos ampliamente que asistan a ver Xolomeo y Pitbulieta, será una experiencia que jamás olvidarán, tanto por las risas como por el lugar al que irán a reírse. Celebramos iniciativas como esta, llevada a cabo en conjunto por el British Council, el Foro Shakespeare y su 77 Centro Cultural Autogestivo, y la Compañía de Teatro Penitenciario, que están haciendo una labor de resinserción social importante dentro de nuestros penales mexicanos, espacios que están fuera de nuestro radar y en los que la capacidad de empatía y conexión con el otro siguen siendo posibles, y qué mejor manera de hacerlo que por medio del teatro, más cuando es teatro de esta calidad.
La siguiente función de Xolomeo y Pitbulieta será el sábado 16 de junio. Para poder asistir es necesario enviar un correo a teatroyprision@foroshakespeare.com para reservar un lugar con por lo menos una semana de anticipación, aunque nosotros les recomendamos hacerlo lo más pronto posible, pues pueden acabarse rápido. El costo del boleto es de $250, incluye los traslados a y desde la prisión, así como un bocadillo en el camión de regreso.
Además de esta obra, la Compañía de Teatro Penitenciario tiene otras tres en cartelera, dos en Santa Martha: Ricardo III y Esperando a Godot; y una más en el Foro Shakespeare, montada por reos que ya cumplieron su sentencia y continúan con su carrera de actores: La mordida.