Ante la efervescencia y el bullicio que a diario vivimos millones de capitalinos, en esta época convulsiva y fugaz, nos resulta difícil hacer un alto y voltear a nuestro alrededor para localizar esos lugares que bien nos pueden ayudar a encontrar la calma y ecuanimidad que tanta falta nos hace y, sobre todo, a incrementar nuestro acervo informativo vinculado con las raíces de nuestra cultura y riquezas arqueológicas ubicadas en algunos destinos del país, en especial, en aquellos cercanos a la Ciudad de México.
A tan solo 43.5 kilómetros de la capital se encuentra Tepotzotlán, Estado de México, ciudad colonial localizada en el costado poniente de la salida a la carretera que va hacia Querétaro. Este Pueblo Mágico es muy recurrido en fines de semana por paseantes que llegan a almorzar o comer los diferentes platillos y bebidas ofertados en un sinnúmero de restaurantes ubicados en la plaza principal, que circunda al Museo Nacional del Virreinato, obra arquitectónica, que en sus momentos de esplendor albergó al Colegio Jesuita de San Martín y San Francisco Javier, construido entre los siglos XVII y XVIII.
En dirección noreste y a tan solo a 31 kilómetros de ahí, sobre la carretera Tepotzotlán-Villa del Carbón, encontramos un lugar por demás imponente y majestuoso: el acueducto de Xalpa, mejor conocido en la actualidad como Arcos del Sitio, donde se alza la impactante construcción conformada por 56 arcos en cuatro niveles, a lo largo de 438 metros de longitud y 64 de altura, por ello, se considera el más alto de América Latina. Su trazo y construcción se desarrolló entre 1706 y 1854, cuya obra, en sus inicios fue dirigida por el fraile jesuita Santiago Castaño y concluida por órdenes de Manuel Romero de Terreros, tercer conde de regla y heredero de la hacienda, tras la suspensión de la obra, debido a la expulsión de la comunidad jesuita en 1767.
La belleza natural que lo rodea es indescriptible, pues en épocas de humedad contrasta el verde del follaje de plantas y árboles de la región, con la monumental construcción, cien por ciento fotografiable desde cualquier ángulo.
Para disfrutar más este lugar y recorrer el acueducto de principio a fin, hay dos puentes colgantes, una tirolesa y un río. Puedes practicar senderismo o ciclismo de montaña en medio de un ambiente natural que oxigena los pulmones, realimenta el espíritu y nos lleva a reflexionar que México cuenta con lugares que describen su historia, como el de este espacio, edificado por los frailes jesuitas a principios del siglo XVII, para llevar el agua del río del Oro, del monte del Pinal, hasta la hacienda de Xalpa, para riego de esas tierras, por lo que se considera una de las obras arquitectónicas hidráulicas más importantes de los siglos XVIII y XIX, poniéndola a nuestro alcance. Solo es cuestión de voluntad para llegar ahí, fundirte con la naturaleza y la historia de manera mágica y soñadora, pero con los pies bien puestos sobre la tierra.
Esta es una alternativa que los capitalinos tenemos a nuestro alcance para conocer más nuestro México, entender el comportamiento de nuestros antepasados y disfrutar las herencias culturales e históricas que nos han legado, tan reconocidas por millones de turistas extranjeros, a quienes resulta costoso llegar ahí y que a nosotros solo basta con decir: “Voy a conocer mi México mágico e histórico”.