Desde tiempos muy antiguos, todas las culturas de la humanidad idearon diversas prácticas para evitar los embarazos, muchas de ellas eran recetas asociadas con la magia y la superstición que requerían de ingredientes provenientes de la naturaleza. Fue hasta la década de los cincuenta que el mundo vio nacer uno de los más revolucionarios descubrimientos científicos: la píldora anticonceptiva.
Años atrás, distintos laboratorios farmacéuticos se habían dado a la tarea de generar una sustancia química que previniera a las mujeres embarazarse; uno de ellos fue la industria mexicana Syntex, fundada en 1947 por los empresarios Emeric Somlo, Frederico Lehman y el químico norteamericano Russel Marker, quien descubrió una planta mexicana conocida comúnmente como “cabeza de negro” que contenía progesterona, una hormona natural que tiene efectos inhibidores de la ovulación. Marker, junto con el austriaco Carl Djerassi y el suizo George Rosenkranz –químicos que residían en México–, conformaron un grupo de investigación sobre la producción y el perfeccionamiento del uso de la progesterona, por lo que esta farmacéutica se convirtió en el más importante centro de desarrollo de compuestos antiovulatorios.
Este proyecto atrajo la atención del joven nayarita Luis Ernesto Miramontes, quien había terminado la carrera de química en la UNAM y además escribía su tesis de licenciatura bajo la dirección de Djerassi. Tal era el entusiasmo de Miramontes, que en poco tiempo se integró al equipo de investigación sobre los compuestos hormonales, sin saber que poco después, el 15 de octubre de 1951, lograría por primera vez la síntesis química de la molécula noretisterona, hormona antiovulatoria semejante a la progesterona pero de mayor eficacia, que se convertiría en el principal ingrediente activo de la píldora anticonceptiva. Sin embargo, fue hasta 1960 que Rosenkranz pudo comercializar la innovadora pastilla bajo el nombre de “Norinyl”, primero en Puerto Rico y Haití, y posteriormente en Estados Unidos.
El joven Luis Ernesto, que en ese entonces contaba con tan sólo 26 años de edad, se convirtió en el autor de uno de los mayores descubrimientos en la historia de la humanidad, y en el único mexicano que figura en el USA Inventors Hall of Fame, junto a reconocidos científicos como Thomas Alva Edison, Alexander Graham Bell y Louis Pasteur. Este revolucionario invento no solo impactó en la vida de las mujeres y en las medidas de control natal a nivel mundial, sino también en la UNAM, que se vio enormemente beneficiada por la empresa Syntex, la cual apoyó la consolidación del Instituto de Química.