Al parecer, tras distintas evaluaciones, se asegura que la Ciudad de México tiene el mayor número de museos en el mundo. Museos enormes, mínimos, innovadores, tradicionales, de arte, de zapatos, de juguetes antiguos, de artesanías, de culturas, de mil temas más. Uno de ellos, el de Antropología, está incluido, además, en la lista de los 20 mejores del mundo y es también uno de los que tienen piezas de más culturas. Desde ese, el padre de todos nuestros museos, hasta museos de dos cuartos pequeños donde se muestran documentos de escritores famosos, la diversidad abruma. Hay museos de tres siglos de antigüedad y museos abiertos hace unos días. Existen museos con pocos y muy selectivos acervos y otros que requieren varios días para recorrerlos con dedicación. Tenemos una diversidad museística que es un orgullo no solo de la capital sino del país completo.
Ahora nos toca mantenerlos ocupados. Un museo de pasillos vacíos es un absurdo; uno que solo junta polvo es innecesario; un museo con más personal que visitantes es ilógico. La razón de ser de ellos no es solo acumular, sino compartir, educar, transmitir lo que produce una cultura.
¿Podremos, alguna vez, llegar a ser la ciudad con más visitantes a museos en el mundo? En apariencia, por lo que se ha demostrado en los últimos años, si las exposiciones son interesantes, las filas se acumulan interminables con jóvenes y adultos deseosos de acercarse a las expresiones humanas, como ya ha sucedido en Bellas Artes, en el Tamayo o en San Ildefonso, pero esto no sucede siempre.
Demos un motivo a cada museo, demos un instante a recorrerlo, a entender su razón de ser y a aprender de sus muros. ¿Cuántos conoces? ¿Cuántos has visitado sin haber sido acarreado por la escuela hace muchos años? ¿Cuáles son tus preferidos?
Yo tengo una lista que, por supuesto, incluye el Museo de Antropología y el maravilloso Museo Nacional de Arte (Munal), pero en mis diez preferidos agrego sin lugar a dudas el Museo Dolores Olmedo, el Museo Memoria y Tolerancia, el Anahuacalli, el Papalote Museo del Niño, la Fonoteca Nacional, la Casa Museo Isidro Fabela, el Museo Franz Mayer y el pequeño y sabroso Museo del Chocolate. Si agrandara la lista, incluiría al Museo de la Ciudad de México con la sala dedicada al Corcito, al Museo de Culturas Populares, al Castillo de Chapultepec, al Museo del Caracol y hasta el museo que se tragó el Periférico en Observatorio, dedicado a mapas, y que todos cruzamos enfrente mirándolo de reojo pero casi nadie se detiene para conocer su interior. También agregaría el de la Charrería, y el de José Luis Cuevas, y San Carlos, y la Casa Azul, y el de la Estampa, y el de la Caricatura. ¡Uff!, ya se hizo enorme mi lista.
Te invito a considerar tu propio listado que, por supuesto, puede adecuarse a tus intereses, a tu búsqueda de identidad o innovación, a tu relación con la naturaleza o la arqueología… hay museos para todo.
Lleva a la familia, asómate de vez en cuando, los casi 170 museos que esta ciudad tiene registrados están cerca de tu casa, y los pretextos están de más. Repito la pregunta: ¿Podremos ser considerados, también, como la ciudad con mayor asistencia a los museos?