En efecto, la imagen que hoy se venera en La Villa es un códice, el cual posee decenas de elementos que integran a la perfección la cultura prehispánica con el cristianismo, pero de un modo armónico, balanceado e incluso poético.
En la imagen (en realidad amoxtli, que significa códice), los nativos lograron “leer” un mensaje destinado específicamente para ellos. Observaron a una joven mujer embarazada. Era costumbre que las mujeres encinta se amarraran un cordón a la altura del vientre para manifestar su feliz espera. Es el cordón oscuro que se observa bajo las manos de la Virgen.
Esta mujer estaba de pie, frente al Sol, por lo que se deducía que su Dios la enviaba. Su posición, con la cabeza inclinada a su derecha y las manos enlazadas, deducía su estirpe: la mujer era una princesa, que además mostraba en el cuello el collar real, de donde colgaba un dije con la cruz cristiana.
Su vestido, color de la aurora, presumía adornos de flores, una de las cuales, ubicada sobre su vientre, tiene la figura del Nahui Ollin, el principio de la vida, que también se encuentra al centro de la Piedra del Sol o Calendario Azteca. Su manto, por su parte, tiene el color de la realeza: solo ellos utilizaban este color. La mujer está parada en medio de una media luna. Al estar de pie sobre ella, entendieron que la hermosa señora estaba ahí para ellos.
Finalmente, el ángel que está a sus pies, y que la sostiene, en realidad no es un ángel. Sus alas son de águila, y sus manos tampoco la sostienen, sino que la “muestran”. Se trata de un mensajero “que habla como águila”. El mismo Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Existen muchos otros elementos, como el símbolo de Quetzalcóatl en el vestido, el número de los rayos del sol, algunas flores que asemejan rostros humanos. Se trata, pues, de un códice culturalmente muy rico, que enseña y balancea las mayores bondades de dos mundos y dos culturas que comenzaban a fundirse.