“Somos más los buenos”, suelen repetir incesantemente políticos, académicos, activistas y uno que otro reportero que, de cubrir fuentes periodísticas como seguridad y narcotráfico, se convirtió en el editor de una revista apasionada, objetiva y soñadora, pero no por eso menos consciente y crítica de la realidad que a todos nos compete.
Mexicanísimo
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México lindo y querido recopila más de 180 fotografías y canciones que conforman un cancionero mexicano, un recorrido visual y sonoro por nuestros paisajes, música, gente, historia, pueblos, gastronomía, flora, fauna, diversidad. Es un libro para viajar por el país y, como dice la canción, para cantarle a sus volcanes, praderas y flores, entonando desde un bolero hasta una rola de rock.
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Turbio, incomprensible, lastimoso, oscuro, indefendible. El México al que parecemos asomarnos no tiene el mejor rostro del mundo. Bienvenidas las depresiones, las tristezas, los miles de ciudadanos Pilatos que se lavan las manos culpando en otra dirección, los desesperanzados que lloran diciendo “se los dije” en las esquinas. Al final de tantas lágrimas, ¿habremos sacado algo? El simple lamento no cambia realidades y la simple denuncia hoy cae en un barril enorme de basura al que parece que nadie le pone atención.
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¿Por qué editar Mexicanísimo hoy en día? ¿Por qué insistir en publicar contenidos positivos y propositivos en tiempos tan complejos como los que estamos viviendo? ¿Por qué preferimos escribir sobre Amado Nervo que sobre Enrique Peña Nieto; sobre Tzintzuntzan u Olinalá que sobre Ayotzinapa; sobre artistas gráficos que sobre encapuchados?
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México duele. A pesar de que durante toda la existencia de la editorial nos hemos enfocado en poner la mirada sobre lo mejor de México, esta semana nos obligaron a reconocer el dolor. El miércoles 27 de agosto, cuando llegamos a trabajar, vimos que nos habían robado, que ese día no podríamos –como lo teníamos planeado– continuar con nuestros nuevos proyectos editoriales, ni seguir a nuestros jóvenes atletas que están destacando en los Juegos Olímpicos de la Juventud, ni editar el artículo principal de nuestro próximo número sobre el maravilloso pueblo wixárika; no investigaríamos sobre los premios que reciben los mexicanos en todo el mundo, ni buscaríamos imágenes sobre las hermosas artesanías de barro en Metepec. Se convirtió, al contrario, en un día de desánimo generalizado en las oficinas, de impotencia, de angustia, de miedo, de desolación, de queja.
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Bienvenidos al nuevo portal de Mexicanísimo. Arrancamos con las mismas ganas con las que empezamos nuestra versión impresa, como si fuéramos a una fiesta, como un niño ante un pastel o una piñata, y con un compromiso renovado con México.