- Los ganadores de los tres primeros lugares del certamen recibirán un estímulo económico indivisible de: 20, 15 y 10 mil pesos, respectivamente
- Además, el jurado podrá otorgar hasta 10 menciones honoríficas, con un estímulo económico de 2 mil pesos a cada una
A partir de este sábado 9 de noviembre, fecha de la premiación, el público podrá disfrutar del colorido y creatividad que envuelven a las tradicionales piñatas mexicanas.
En esta edición participan artesanas, artesanos y público en general procedentes de los estados de México, Ciudad de México, Guanajuato, Morelos y Puebla, que haciendo gala de su imaginación y destreza, contribuyen a mantener viva una tradición que ha perdurado en México a lo largo de varios siglos.
El Museo de Arte Popular (MAP) organiza este concurso desde hace 18 años, con la finalidad de rescatar la esencia del arte popular en la fabricación de estas significativas figuras, imprescindibles en la celebración de toda Posada.
El público de todas las edades tendrá la oportunidad de disfrutar del colorido, diversidad de formas y de la creatividad que envuelven a las tradicionales piñatas, 103 en total, que se exhibirán en el patio del MAP del 9 de noviembre al 15 de diciembre, de 2024.
Es precisamente en el mes de diciembre y en el marco de las tradicionales Posadas
cuando se aprecia mejor esta histórica tradición en México, fruto del sincretismo de fiestas prehispánicas, cristianas y populares.
Las fiestas navideñas son parte del mundo occidental y en México estas fechas están permeadas por rasgos característicos, fruto del sincretismo de fiestas prehispánicas, cristianas y populares. La Nochebuena y la Navidad salieron de los recintos eclesiásticos para celebrarse en los hogares, en donde se convertirían en fiestas familiares y comunitarias.
Antes de la Nochebuena existe un conjunto de preparaciones y festejos como las pastorelas, la instalación del Nacimiento y por su puesto las Posadas (del 16 al 24 de diciembre), las cuales se celebran con procesiones, cánticos, velas, ponche de granada o frutas y piñatas. Figuras, estas últimas, colmadas de colorido y creatividad, sinónimo de diversión y alegría.
Esta tradición llegó a México en el año 1586 (siglo XVI), cuando los frailes agustinos de Acolman, población ubicada en lo que hoy es el Estado de México, recibieron la autorización del Papa Sixto V para celebrar las “misas de aguinaldo”, que más tarde se convertirían en las Posadas. Fue en esas misas que tuvieron lugar en los días previos a la Navidad, cuando los frailes introdujeron la Piñata.
Antes de la conquista española se celebraba el advenimiento de Huitzilopochtli en el mes Panquetzaliztli, el cual coincidía con la época en que los europeos festejaban la Navidad. Esto hizo que las Posadas o Jornadas, fueran una de tantas ceremonias de carácter profano-religioso que utilizaron para sustituir los antiguos ritos de los indígenas, por la fe católica.
Durante los primeros años de la Colonia la costumbre era concurrir a los atrios, misma que se fue extinguiendo poco a poco, hasta casi desaparecer. Pero los indígenas ya evangelizados y encariñados con las tradicionales ceremonias, las trasladaron a sus casas “y como en los tiempos paganos, además del acto puramente religioso, efectuaron bailes y convites entre los vecinos”. Ya en 1808, las posadas se desarrollaban con entusiasmo desbordante, principalmente en la Ciudad de México, en casi todas las familias y con más o menos lujo, según sus posibilidades. En algunos lugares de Veracruz, Chiapas y el Istmo de Tehuantepec, durante la temporada de posadas también se acostumbra hacer las “ramas”: se adorna la rama de un árbol en cuyo centro colocan un pequeño nacimiento, con esto los peregrinos recorren las calles para entonar en las puertas de las casas los cánticos también llamados “ramas”, acompañándose con unas sonajas o un pequeño tamboril, o en otros casos con jaranas veracruzanas y un requinto jarocho.